Fecha de publicación: 24 de diciembre de 2021

Nació en Cremona en 1816. Sus padres fueron ricos terratenientes, y piadosos cristianos que testimoniaban en la familia y en la sociedad. Fue bautizada con el nombre de Constanza en su misma casa, tras correr riesgo de muerte. De hecho, desde temprana edad tuvo que lidiar con el sufrimiento físico y espiritual pues su cuerpo frágil sufría también viendo la miseria, muy presente en la época entre las personas del campo, hacia las cuales su madre supo despertar especial atención y cariño.

De niña fue enviada al Monasterio de las Hermanas de la Visitación en Alzano Maggiore, como era costumbre en la época para las familias nobles. Constanza vivió en aquel colegio hasta los 16 años. Después de vuelta a casa, la voluntad de los padres, en la cual ella siempre reconoce la voluntad de Dios, la llevó con 19 años a casarse con Gaetano Busecchi, un noble de 58 años.

El difícil matrimonio la hizo una esposa dócil y cuidadosa. Tuvo la alegría de engendrar cuatro hijos, de los cuales tres murieron recién nacidos; y otro, Carlos, murió con 16 años. Pocos meses después murió también el marido, dejando a Constanza sola y heredera de un gran patrimonio.

La pérdida del último hijo y del marido fueron para ella una experiencia dramática. Cayó en un estado de gran aflicción. Gracias a la ayuda de los Obispos de Bérgamo, Mons. Luis Esperanza y Mons. Alexandre Valsecchi, que la acompañaron espiritualmente, tuvo la fuerza de sostenerse en la fe. Se unió con el misterio de la Madre de los Dolores y se abrió, a través de una profunda vida de fe y de caridad activa, al valor de la maternidad espiritual, preparándose de esta forma para una donación total de sí a Dios en el servicio de los pequeños y más pobres.

Pocos meses después de haber quedado viuda tomó la resolución de hacerse religiosa y abrió su palacio para acoger y atender en educación, alimentación y formación espiritual a las niñas abandonadas del campo. Así nace en 1857 el Instituto de las Hermanas de la Sagrada Familia, que comienza ella junto a otras seis compañeras.

Escogió a la Sagrada Familia como modelo, queriendo que sus comunidades aprendiesen de ella como ser familias cristianas acogedoras, unidas en el amor actual, en la fraternidad serena, en la fe fuerte simple y confiada.

El perfil espiritual de Cerioli fue marcado por la acción fuerte de la Trinidad que moldearon su vida y su corazón de manera sorprendente. En el centro de todo su deseo y actividad tenía siempre una referencia explícita a Dios Padre y a su Hijo Jesús, más el desenvolvimiento de su testimonio espiritual fue marcado de manera especial por la figura de María, Madre de los Dolores.

Fue así que lentamente se sintió llevada a tener estas actitudes y disposiciones propias de la profundísima relación filial que hubo y hay entre María y su Hijo agonizante. De manera profética y por el dolor que ella también había pasado con el fallecimiento de sus hijos, era invitada a entender lo que Dios le guardaba también a ella en recompensa cuando consolaba a la Virgen María, diciéndole: “Madre no llores, Dios te dará otros hijos”.

En su vida diaria, se destacó por la maternidad espiritual, la caridad concreta, la piedad, la absoluta confianza en la Providencia, el amor para la pobreza, la humildad, la simplicidad y por la admirable sumisión a los Superiores (los Obispos, sus orientadores espirituales). Valorizó mucho la dignidad y el papel de la mujer en la familia y en la sociedad.

Feliz por haberse consagrado a sus amados pobres, el 24 de diciembre de 1865 murió dejando a los cuidados de la Providencia el Instituto femenino ya bien encaminado y la semilla del Instituto masculino. Fue beatificada en 1994 y canonizada por el Papa San Juan Pablo II, el 16 de mayo de 2004.

 

SANTO