Sir William Petre, secretario de Estado de Enrique VIII y de los tres monarcas siguientes e iniciador de los títulos de nobleza de su familia, fundó seis becas en Exeter College de Oxford. El mismo concedió una de ellas, en 1568, a Rodolfo Sherwin, joven gentilhombre de Rodsley, en el Derbyshire. Rodolfo obtuvo el grado de maestro en artes en 1574. Antonio Wood dice que “se le consideraba como un agudo filósofo y un excelente helenista y latinista”. Al año siguiente, Rodolfo se reconcilió con la Iglesia e ingresó en el Colegio de Douai, donde recibió la ordenación sacerdotal en 1577. Algunos meses desués, se trasladó al Colegio Inglés de Roma, donde tomó parte muy prominente en las deplorables disensiones entre los estudiantes ingleses y galeses. Él fue uno de los cuatro que pidieron a Gregorio XIII que confiase a los jesuitas la dirección del colegio, como sucedió poco después. El nombre de Rodolfo figura en primer lugar en la lista de los que declararon, después de que los jesuitas tomaron la dirección, que estaban dispuestos a ir en cualquier momento a la misión de Inglaterra. En 1580, partió a su patria en el grupo encabezado por Mons. Goldwell. En Milán pasaron una semana en casa de San Carlos Borromeo, y el P. Sherwin predicó ante él. Desde París escribió a Roma a su amigo Rodolfo Bickley, contándole las aventuras que habían tenido en Ginebra. Terminaba la carta diciendo que se veía obligado a interrumpida porque el P. Paschal “quiere ya ponerse a trabajar en la tarea de afrancesarme”. (Es decir que tenía que vestir un traje de laico para disfrazarse, cosa que le disgustaba sobremanera). Las últimas palabras de esa carta son las guientes: “Mi querido Rodolfo, te suplico que, con todo tu fervor, reces una vez el rosario por mí y procura que muchos de mis amigos hagan otro tanto a fin de que, con humildad y constancia, persevere yo hasta el fin y honre al Señor en la vocación a la que me ha llamado a pesar de mi indignidad.”

Los misioneros se separaron en Reims. El 1º de agosto, Rodolfo Sherwin se embarcó rumbo a Inglaterra. En noviembre, fue arrestado cuando predicaba en Londres, en la casa de Nicolás Roscarrock, y fue enviado a la prisión Marshalsea. Hablando de su breve apostolado, el P. Persons escribió que había predicado en diversas ciudades y que en ese ministerio “tenía autoridad y gracia especial.” Desde la prisión el santo se las arregló para hacer llegar al P. Persons un recado humorístico, en el que hablaba de las “campanas” (cadenas) que llevaba en los tobillos. Un mes más tarde, fue trasladado a la Torre de Londres. El 15 de diciembre, se le torturó brutalmente en el potro para que delatase a otros misioneros y dijese lo que sabía sobre una hipotética invasión a Irlanda. Los verdugos le dejaron tirado sobre la nieve y, al día siguiente volvieron a torturarle. El beato contó a su hermano que, después de la tortura, había pasado cinco días en el calabozo sin comer ni hablar con nadie. “Fue como un sueño ante el Salvador crucificado. Al cabo de ese espacio de tiempo recuperé el sentido, pero no experimenté dolor alguno en las coyunturas, por más que el tormento había sido extremadamente violento.” Los perseguidores ofrecieron al P. Rodolfo el gobierno de una sede, si apostataba. Después de más de un año de prisión, fue juzgado con Edmundo Campion y otros más, acusado de haber ido a Inglaterra a provocar una rebelión. El santo hizo notar a sus jueces: “La razón por la que se nos juzga es la religión, no la traición.”

En tanto que llegaba el día de la ejecución, Rodolfo escribió a varios amigos y a un tio suyo (que se hallaba en Rouen y había ejercido anteriormente el ministerio sacerdotal en Ingatestone). En esta última carta decía: “La inocencia es mi único consuelo en medio de todas las acusaciones que se nos hacen a mis hermanos en el sacerdocio y a mí… Quiera Dios perdonar tanta injusticia, convertir a nuestros perseguidores y hacer de ellos maestros de la fe… Así pues, mi buen Juan, ¡Adiós!” El 1º de dieciembre de 1581, fue llevado a Tyburn en la misma carreta en que iba Alejandro Briant. Fue ejecutado después de Edmundo Campion. En el cadalso protestó que era inocente de toda traición, profesó la fe católica y oró por la reina. La multitud oraba en voz alta cuando fue ejecutado. Tenía entonces treinta y un años de edad. Fue el protomártir del Colegio Inglés de Roma.