¿Cómo recuerda el día de su ordenación?
Sobre todo con muchísima ilusión. Yo diría que también había algo de ingenuidad, porque luego en la vida del ministerio abarcas muchas realidades, pero en mí había ante todo mucha ilusión y un gran deseo de servir a la Iglesia.
¿Qué contraste vivió entre su idea de vocación y la realidad de sus primeros años de ministerio?
No es que descubriera un mundo inesperado pero me imagino que, como suele ocurrir, conforme vamos teniendo años vamos viendo el mundo con más perspectiva. El trato pastoral te hace descubrir el interior de las personas, especialmente cuando uno es sacerdote. Muchas personas te confían su corazón, su historia. Ahí se da uno cuenta de la cantidad de situaciones complejas que hay en el mundo y que no se perciben desde fuera.
Muchas veces hablamos de los focos de pobreza, de enfermedad, de la guerra, pero hay también muchos hogares en los que se vive con aparente normalidad y que atraviesan dificultades de toda índole. Ahí la Iglesia tiene que ser cercana intentando acogerlas.
¿Su vocación ha madurado en ese acompañamiento?
Pues sinceramente creo que sí. Como digo, ese conocimiento de las personas te hace ser más realista y más humano a la vez, más sensible a toda esta serie de realidades dolorosas. He ido viendo cómo Jesucristo da respuesta a cada una de estas situaciones vitales. Como cuando administramos el sacramento del perdón o transmitimos el consuelo de que el Señor esta a su lado siempre. Esa es para mí una de las mayores fuentes de satisfacción.
Muchas veces puede uno pasar por malos momentos, pero cuando veo a una persona que se va con otra forma de ver las cosas y deseo de luchar, eso compensa muchas otras cosas ingratas que a veces se nos presentan en la vida y en el ministerio.
¿Cuál es la mayor diferencia que percibe entre la Iglesia y la sociedad de hace 25 años a la de hoy?
Por una parte, percibo una sociedad mucho más secularizada, especialmente indiferente con lo religioso. También he apreciado, no digo ya en los últimos 25 años, sino incluso antes, muchos más ataques a la Iglesia. Se han creado verdaderas campañas de descrédito.
Es cierto que la Iglesia debe reconocer sus pecados y faltas, pero muchas de estas campañas no responden a la realidad. Yo diría que vienen de un gran desconocimiento de lo que es la Iglesia.
¿Dónde piensa que se debe poner más el acento en la evangelización del mundo actual?
En la sociedad en la que vivimos es fundamental que el cristiano sea cercano y participe de una comunidad que puede ser la parroquia, las hermandades, cofradías… Hay por supuesto multitud de asociaciones cristianas, de movimientos apostólicos. En un mundo que ha cambiado tanto lo importante de la esencia de la Iglesia es que es ante todo comunión y comunidad. Precisamente ahora el Papa nos hace esa llamada a profundizar en el misterio de la llamada “sinodalidad”. Me parece que es un camino fundamental que tiene que recorrer ahora la Iglesia.
¿Qué es lo que más agradece de su ministerio en todo este tiempo y qué le pide al Señor en adelante?
En 25 años evidentemente he vivido todo tipo de momentos, no solo a nivel pastoral y espiritual, sino a nivel humano y familiar. Lo que más he agradecido siempre es haber conservado la certeza de que el Señor está ahí y no falla. Eso ha sido lo que me ha permitido poder vivir con fortaleza dentro de muchas situaciones complejas.
De cara al futuro, lo tengo claro. Yo le pido al Señor poder celebrar mis bodas sacerdotales en activo, con ilusión y con fuerza.
Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social