Los hagiógrafos nos recuerdan que, más allá de los relatos legendarios, los datos que tenemos sobre la vida de este santo son más bien escasos. A ciencia cierta se sabe que fue un soldado romano que nació cerca del año 280 en la Capadocia turca. Era hijo de padres labradores, que habían logrado hacer cierta fortuna.

Se trasladó a Palestina, donde sabemos que se enroló en el ejército romano. Allí tuvo un encuentro con Jesucristo que le llevó a donar sus bienes a los pobres y a romper su juramento como soldado al emperador Diocleciano, que en el 303 había escrito su edicto de persecución contra los cristianos.

A causa de ello, el joven Jorge fue torturado y muerto por decapitación. Fue sepultado en Lidda, antigua capital de Palestina, donde se una Basílica que aún hoy puede visitarse.

Siglos más tarde, en época de las cruzadas y las luchas de la Cristiandad, la fama de santo guerrero de San Jorge se extendió. De allí nace la leyenda de su lucha contra el dragón para salvar a una princesa. La imagen de la bestia puede asociarse al mal, al demonio, o históricamente al Islam. La figura de San Jorge es tan popular, que paradójicamente los musulmanes también lo veneran como profeta.

Las estampas con la figura del santo suelen destacarlo con una cruz roja sobre fondo blanco, símbolo de la Resurrección de Cristo. Es patrono de multitud de regiones y países, como un verdadero emblema del triunfo cierto del bien sobre el mal.