Nace en 1774, siendo la tercera de seis hermanos, en el seno de una familia noble de Verona que pertenecía a su familia y que se daba al lado de Agide a poca distancia del Arco de Gavi. Se quedó huérfana de padre con cinco años y dos años después fue abandonada por la madre que se casó en un segundo matrimonio con un marqués.
Con 17 años se siente llamada a la vida de clausura y hace dos veces la experiencia del Carmelo. A pesar de estas dos experiencias, la superiora del convento le dijo: “Si Dios había manifestado con evidencia de no quererla Descalza, no por esto la rechazaba como Esposa”.
Vuelve a casa y se dedica a la administración del vasto patrimonio familiar y prometiendo a su tía, en el lecho de su muerte, ser madre adoptiva de su hijo. Magdalena encuentra mientras tanto el tiempo de intensificar la oración, la contemplación diaria del amor de Cristo en la cruz y de la Virgen Dolorosa. En 1808, superadas las últimas resistencias familiares, deja el palacio Canossa para dar comienzo, en Verona, a aquello que interiormente reconoce como voluntad del Señor: servir a Cristo en los pobres.
Así nació pronto el primer Instituto de la Congregación de la Caridad, aprobado por Pío VII en 1816, en el cual Magdalena organizó cursos de catequesis y asistencia a los enfermos, además de escuelas de instrucción y formación para las jóvenes. Fundará casas en otras ciudades como Venecia, Milán, Bérgamo o Trento.
El espíritu de las Hijas de la Caridad Siervas de los Pobres, es el de estar desprendidas de todo y dispuestas por el servicio divino, a ir a cualquier lugar, aun el más lejano. En 1860 parten hacia el Extremo Oriente para llevar el anuncio del Evangelio. Hoy el Instituto de las hijas de la Caridad está presente en los cinco Continentes y las Hermanas son cerca de 4.000.
Después de lograr la aprobación canónica en 1828, Magdalena de Canossa muere en Verona el Viernes Santo. El 7 de diciembre de 1941 es proclamada Beata por Pío XII y en 1988 es proclamada santa por San Juan Pablo II.