La conocen como “la virgen mora que vino de Toledo”. Aunque los datos sobre su vida son contradictorios, parece que es hija de un rey moro toledano. Nos la podemos imaginar como una princesa que vive con las comodidades propias de la Corte.

Su carácter tierno le hace sentir especial compasión por los pobres cautivos de las cárceles, a los que lleva viandas que oculta en los pliegues de su falda. En este encuentro fortuito y secreto con los cristianos cautivos, escuchó hablar de Cristo.

Empieza a sufrir flujos de sangre y el médico de palacio es incapaz de curarla. Parece que recibe del Cielo un mensaje de que encontrará remedio en las aguas de San Vicente, en la Castilla cristiana. Allí esta mujer recibe el Bautismo en Burgos. Las aguas de los lagos de San Vicente, cerca de Briviesca, le surten efecto. A partir de entonces decide consagrar su virginidad pasando el resto de sus días dedicada a la oración y a la penitencia.

Murió de muy avanzada edad, siendo sepultada en la misma ermita que ella mandó construir. Cuentan que los caminantes sintieron desde entonces su especial protección y las mujeres la invocan contra el flujo de sangre.