Ordenado sacerdote el 1 de marzo de 1890, fue coadjutor de Almuñécar, de Jete y Zujaira. Pasó a Argentina donde sirvió las parroquias de San Justo y Coronada en Santa Fe.
Cuando vuelve a España, ya mayor, atiende a las Religiosas Mercedarias que sirven un pequeño hospital en Almuñécar: gran madrugador, celebraba a horas tempranas cada día la santa misa en el convento, atendía espiritualmente a las religiosas y a los enfermos del hospital. Este servicio lo realizaba sin remuneración alguna. Peregrinó a Roma y a Lourdes, y construyó en casa con sus propias manos una pequeña gruta en honor de la Señora con esta inscripción tomada de un himno latino: Protégeme tú del enemigo. Varias veces fue sorprendido rezando el rosario en su dormitorio de rodillas y con los brazos en cruz.
Fue detenido en su casa y llevado a prisión junto con otras personas a las que en el cautiverio alentaba, confortaba y atendía sacramentalmente. Todos ellos fueron posteriormente liberados, menos el sacerdote al que, según sus perseguidores “había que dejarlo para carne de las fieras”. El 17 de agosto fue trasladado en automóvil al cementerio de Salobreña donde fue maltratado e insultado, quisieron obligarle a cantar la Internacional y a que cavara su propia tumba. Fue allí humillado despojándolo de su ropa. Finalmente fue fusilado. Sus últimas palabras fueron: Os perdono y pido a Dios y a vosotros que mi sangre sea la última que derraméis. Tenía cerca de setenta y dos años. Sus restos están en el Valle de los Caídos.