En casi todas las diócesis de España se están celebrando Eucaristías en torno al 27 de febrero de acción de gracias con motivo del cincuenta y seis aniversario del fallecimiento de Guillermo Rovirosa, promotor y primer militante de la HOAC.

La HOAC en Granada también celebró, el pasado 23 de febrero, conjuntamente con la comunidad parroquial de Alfacar, una Eucaristía en conmemoración del aniversario del fallecimiento de su promotor. Posteriormente a la celebración, tuvo lugar un diálogo en torno a algunas experiencias vitales por parte de los militantes en cuanto al significado de la vida de Rovirosa y de Tomás Malagón (teólogo y consiliario en tiempos de Guillermo Rovirosa y que también falleció un 27 de febrero de 1984). La Misa estuvo seguida por una comida fraterna en la que tambén participó la comunidad parroquial de Alfacar.

UNA VIDA DEDICADA A LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO OBRERO

Guillermo Rovirosa Nació en Vilanova i la Geltrú el 4 de agosto de 1897. A los 9 años muere su padre, del que posteriormente recordaría su apología de la verdad, que es lo único que hace verdaderamente hombre, al hombre. Su madre quedó paralítica al poco tiempo de nacer Guillermo Rovirosa y murió cuando éste tenía 18 años. Era una mujer muy religiosa, con gran espíritu de ánimo y capacidad para contagiarlo. Va a la escuela a los 8 años y muestra su capacidad para la ciencia. Se hace ingeniero, publica varios libros relacionados con su profesión e inventa diversas cosas en distintos campos como es la juguetería, refrigeración, envejecimiento de vinos, proyector de cine, etc.

Su rigor científico lo utiliza en su lucha contra la religión y el tinglado católico. En 1922 se casa con Caterina Canals, mujer abierta y muy religiosa. En mayo de 1929 ambos se van de España y se instalan a vivir en París. En su búsqueda de la verdad pasó por el ateísmo, espiritismo, teosofismo, creencias que iba abandonando conforme el rigor de su análisis lo dejaba al descubierto. Al final decidió confiar solo en la ciencia.

Un día pasaba por delante de la puerta de la parroquia de S. José y vio mucha gente agrupada, preguntó qué pasaba y le dijeron que el cardenal Verdier predicaba en su interior. Sintió curiosidad y pasó y oyó estas palabras: “de la misma manera que un oculista es aquel que conoce mejor los ojos, así el mejor cristiano es aquel que conoce mejor a Cristo”. Cae en la cuenta que él no conoce a Cristo y decide documentarse. Ahí empieza su conversión.

En otoño de 1.933 los Rovirosa se trasladan a Madrid. En Navidad Guillermo Rovirosa hace su segunda comunión y el matrimonio realiza un pacto con Dios: dedicarse por entero al apostolado y dejar que Dios provea sus necesidades siempre que ellos vivan pobremente. Empieza a trabajar, compaginando éste con una intensa preparación espiritual e intelectual hasta julio de 1936 en que empieza la guerra civil. Sus compañeros lo eligen presidente del Comité obrero de empresa y el matrimonio instala una capilla clandestina en su casa donde se celebra la eucaristía diariamente. Ante el desastre de la guerra, hacen un segundo pacto con Dios: dedicar su apostolado a devolver a Cristo a los obreros. Pasa tras finalizar la guerra a la cárcel por haber presidido dicho Comité obrero y sale de ella en septiembre de 1940. Ingresa en la Acción católica. En mayo de 1946 los obispos acuerdan la Fundación de la Hermandad Obrera de Acción católica (HOAC) para la evangelización del mundo obrero encargando a Rovirosa la tarea de organizarla y desarrollarla.

Dejó el trabajo y se fue a Monserrat donde dedicó unos días a la oración, preparó la primera Semana Nacional para iniciar su tarea en la HOAC y al finalizarla se publica el ¡TÚ!, al que seguiría el Boletín de Dirigentes.

Fue autor de múltiples publicaciones. Dedicó el resto de su vida a dar cursillos, charlas, cuadernos, artículos y publica cientos de artículos en las revistas de la HOAC (Noticias obreras, TÚ), hasta que finalmente en 1955 es el propio episcopado, el que lo separa de los órganos de dirección de la HOAC, prohibiéndole que realice propaganda pública de la misma. Él, sin embargo, siguió como fiel hijo de la Iglesia hasta su muerte.

En 1957 un tren lo atropella destrozándole el pie izquierdo, que le es amputado. En esa etapa de invalidez da gracias a Dios escogiendo el lema “ahora más que nunca” para esa etapa de su vida, después de los 60 años cumplidos.