Válor es el lugar donde su familia residía en los tiempos del martirio de su tío y donde actualmente se encuentran sus reliquias, ¿cómo era Juan Moreno?
Mi tío era muy querido, cuando yo nací él ya había sido martirizado pero mi abuela con las vecinas siempre hablaba de él, estaba destinado como sacerdote en distintos pueblos cercanos a Válor, cuando iba de visita era una alegría para todos. No es porque hoy sea mártir, pero destacaría de él su generosidad para con los necesitados, su casa estaba siempre abierta para todo el mundo, era también muy inteligente y muy desprendido. No tenía nada suyo, lo compartía todo.
En general en casa de los abuelos se vivía ese clima de generosidad que siendo pequeña me llamaba mucho la atención. Mi abuelo era militar y una persona muy condecorada pero en su casa las personas que trabajaban allí ayudando en las tareas domésticas almorzaban como uno más de la familia. Se compartía todo lo que había. En la época eso no era común, era un ejemplo de trato muy humano. A mi tío ya le venía de familia el amor y la fraternidad hacia los que lo rodeaban.
También sus feligreses guardaban por él un cariño especial…
Lo llamaban “el cura de los pobres”. Estuvo muchísimo tiempo en Bernina, que es un municipio cerca de Válor que hoy está comunicado pero en aquella época era muy dificultoso llegar. Como sacerdote mucha gente lo admiraba porque todo necesitado que llegaba a la parroquia recibía comida aunque él se quedara sin comer. Los pobres eran sus amigos.
El verano de 1936 fue una tiempo determinante para la vida de su familia hasta llegar ese 4 de septiembre, ¿qué pasó?
Lo que sucedió es que lo persiguieron por ser cristiano y sacerdote en la parroquia, pero no lo encontraron allí, recibió cobijo en un cortijo. Al no encontrarlo en la parroquia lo buscaron en la casa familiar, mi abuela y otros familiares tuvieron que quedarse fuera en las escaleras, lo quemaron todo, se quedaron absolutamente sin nada. Aún así no lo encontraron hasta que mi tío volvió a la parroquia para celebrar la Misa y dar la Comunión a todos los necesitados, los fieles lo necesitaban. Ahí fue cuando lo capturaron.
Hay distintas formas de afrontar sin duda la muerte. ¿Cuál cree que fue la de Juan?
El martirio es una gracia que Dios no concede a todo el mundo. Mi abuela decía que ella pensaba que murió tal y como vivió, sin gritar, sin llorar, entregándose a Dios, perdonando y hablando con Dios.
¿Cómo ha vivido la familia su beatificación en Almería y la recepción de sus reliquias en la Eucaristía celebrada hace unos meses en la Catedral de Granada?
La familia ha vivido con gran emoción la beatificación aunque lo hayamos vivido en tercera generación. Con mucha alegría por el reconocimiento de lo que nuestro tío abuelo hizo en vida con todo su sacrificio. Pudimos asistir prácticamente toda la familia a la recepción de reliquias en la Catedral también. Mi madre fue muy feliz, hoy ya fallecida, de que este proceso se pusiera en marcha hace años aunque no ha podido verlo beatificado. Desde siempre en casa, la oración del Padrenuestro iba dedicada al tío Juan y a pedirle su intercesión y ayuda en lo que necesitáramos.
¿Qué podemos aprender de los mártires?
Es curioso que en la Misa en la Catedral donde recibimos las reliquias los miembros más jóvenes de nuestra familia no entendía que pueda haber algo en la vida que te lleve a morir por ello. Yo siempre les digo que es la fe en Dios lo que hizo al tío Juan morir para defender la iglesia y su amor por Cristo.
María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada