Germaine Musakata habla en esta entrevista sobre el descubrimiento de su vida en la vocación religiosa. Ella es de origen humilde y procede de una familia trabajadora y pobre. Cuenta que cuando iba a casa de una familia pobre y humilde, semejante a la suya, era “como estar en casa” y se sentía feliz, “había continuidad”. En Granada, participa y acompaña a jóvenes en los encuentros de las JOC y es catequista en la parroquia de San Juan María Vianney. Con motivo de la Jornada de las vocaciones nativas, que se celebró recientemente en la Iglesia en España, fue entrevistada en “El Espejo” (COPE Granada, 87.6 FM y COPE Motril, 95.2 FM), que se emite los viernes a las 13:33 horas, y cuyas palabras recogemos a continuación.

– Cómo descubrió la vocación religiosa.

Soy de una familia humilde, trabajadora y cristiana. En el ámbito donde crecía, la parroquia estaba muy animada y organizaba grupos de formación, y participaba desde pequeña, porque me llevaban mis hermanos y mis hermanas. Pertenecía al grupo KA y cuando tenía 15 años, y más adelante, en el grupo Bilenge ya Mwinda. En estos grupos se nos enseña a orar, tener un tiempo de oración y de servicio a los enfermos, a las personas mayores y a las personas necesitadas; haciendo visitas a estos lugares para concretar el Evangelio que leíamos, dando el tiempo no sólo teórico sino con una práctica. Por eso, con la espiritualidad de Anarite, una mártir del Congo, nos enseñaban a quienes querían entrar en la vida religiosa o en el matrimonio. Poco a poco, yo sentía esa llamada de entregar mi vida al Señor, al servicio de Él, a través de los pobres. Pero, hasta entonces, no encontraba ningún sitio donde podía desarrollar o concretar mi vocación. Y fue cuando me encontré con las Hermanitas de la Asunción, después del Bachillerato, en mi parroquia. Había cambiado de ciudad. De ahí, sentí la llamada de entregar mi vida conociendo su carisma y su espiritualidad, y poco a poco hice ese camino de búsqueda, hasta entregarla.

– Además de esa búsqueda que tenía, qué le llamó la atención o qué le atrajo de ese carisma de las Hermanitas de la Asunción.

Lo que me atrojo de su vida, espiritualidad y carisma fue su manera de estar y de ser al lado de los pobres y también de las poblaciones pobres. Yo estudié en un colegio de religiosas y en un instituto de una congregación, pero por cómo se dedicaba a la enseñanza mi vocación no crecía ni mi relación con ella. Entonces, poco a poco, cuando conocí a las Hermanitas de la Asunción, veía que ellas se dedicaban a estar al lado de los pobres, a escucharles, a visitar a los enfermos. Yo ya tenía esta llamada de estar al lado de los enfermos, al lado de la persona necesitada. Así, directamente, me conecté con ellas. Eso fue lo que más me marcó. Yo pedía al Señor cada día que me iluminara para ver claro –como suele decirse, en el discernimiento- ese camino que Él trazaba delante de mí. Fue su manera de estar, su manera de ser como mujeres y religiosas, seguidoras de Jesús, al servicio de los pequeños y de los empobrecidos. Yo también soy de familia humilde, pobre y trabajadora. Al conectar con su carisma me veía que estaba como en casa. Ir a las familias de la gente, estar al lado de las mujeres, y mujeres analfabetas y hombres pobres de mi país, yo no sentía que me desvinculara de mi familia o de mi ámbito en el que crecí, sino que estaba siguiendo, había una continuidad. Por eso, conecté fácilmente con su carisma y espiritualidad.

– Cómo es la vida de fe y la espiritualidad que se vive en su país de origen, en República Democrática del Congo.

Es una vida de fe muy fuerte, no solamente a través de las celebraciones, sino de las vivencias de esa fe, a través de los acontecimientos, tanto difíciles como de la alegría, de la felicidad, porque, yo, como congoleña y como Hermanita, digo que si no fuese por la fe en Dios, el pueblo congoleño no sé qué le pasaría. Es esa fe que se vive como una esperanza, porque los acontecimientos que vivimos cada día –salir de casa y no saber si vas a regresar-, esa confianza que tenemos en Dios que sabemos que Dios nos acompaña todos los días, todos los momentos, a la salida y a la vuelta de la casa. Porque, para nosotros, a veces, salimos y no sabemos si vas a regresar a casa. Entonces, la gente se atreve, pero con confianza y esperanza de que mañana esa situación cambiará. Yo digo siempre que si no fuese por la fe, la población y el pueblo congoleño no estaría vivo hoy. Por eso, la gente vive muy profundamente esa fe, esa esperanza y esa confianza en Dios.

– En Granada, cuál es su tarea y cómo está viviendo este tiempo en nuestra Diócesis.

A Granada llegué en 2012, después de estar en Sevilla un año, para aprender el español. Desde entonces, estoy en la Diócesis de Granada. He participado en varios encuentros de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y he acompañado a un grupo de la JOC. Me ha gustado mucho la cantidad de niñas y de niños con esa preocupación y que se sienten primero cristianos. Y después, entrar en una espiritualidad bien definida y en acción. Para mí, es otro tipo de compromiso y de realidad, diferente de mi país, pero también precioso estar al lado de los jóvenes, escuchar y compartir su alegría y dificultades, y ese aprendizaje de la fe. Porque hoy en día no es fácil tener un grupo donde compartir la fe, un grupo que te configure o te dé otra visión del mundo. Al encontrar la JOC, los encuentros que he tenido me han servido mucho, incluso para mí, para fortalecer mi fe, no solamente a través de los estudios o la formación, sino concretarlo en un grupo como la JOC. También soy catequista en la parroquia de San Juan María Vianney. Y también es una pasión para mi estar con los niños, poder compartir con ellos lo que a mi me da sentido en la vida; no tanto enseñar, sino compartir lo que sé, lo que creo que es bueno para mi y es el fundamento de nuestra vida: conocer a Jesús y seguirle, compartir eso con los niños. Yo agradezco al Señor poder tener esta experiencia.

– Para las personas, y especialmente para los jóvenes, que sienten la búsqueda de algo y lo que encuentran no les llena, qué les diría ante una posible llamada al Señor, o al menos una disposición para encontrarlo.

Yo digo siempre que hay que tener paciencia en esta búsqueda y tener esperanza. No cansarse en buscar. Y buscar al lado de la persona que tú crees que sabe, porque a veces se busca equivocadamente. Es verdad que cuando se busca, recibimos lo que se nos ofrece, el contexto, el ámbito, el grupo de amigos. Y a las personas mayores, que sigan buscando, les digo que no se cansen en buscar y que tengan siempre esa fe, que les anime a buscar. Porque en la Iglesia hay grupos que ofrecen formación, orientación para poder servir y dar lo mejor de sí. Pero, a veces, no sabemos por dónde buscar, o por falta de información.

Por eso, tanto los jóvenes como las personas mayores o adultas que buscan, les digo que tengan esa fe de que un día encontrarán el sentido de su vida. Porque, finalmente, al encontrar, se dará lo mejor de sí a la persona que necesitan a su lado. Por eso, que sigan buscando, que no se cansen y que tengan confianza sobre todo, porque si falta confianza, nos da pereza seguir la búsqueda. Yo busqué mucho, pero no me cansé hasta encontrar a las Hermanitas, cuando vi que el Señor me llamaba a tener una vida cerca de los empobrecidos, tal y como la viven las Hermanitas de la Asunción.

Paqui Pallarés
Directora de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

Escuchar entrevista en “El Espejo” (emitida el 10 de mayo de 2019)