Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la Eucaristía por el rito mozárabe celebrada el 1 de febrero de 2025, en la Abadía del Sacro Monte.
Queridos canónigos de esta abadía del Sacro Monte donde se veneran las reliquias santas de nuestro primer obispo y mártir, San Cecilio,
Queridos sacerdotes, concelebrantes, diáconos, seminaristas, autoridades presentes, También responsables de la Junta de Gobierno de la Cofradía.
Queridos representantes, también, de otras cofradías de la ciudad de Granada. Queridos hermanos y hermanas,
Es una alegría para mí y siempre recordaré el primero de febrero. Porque en este Día de San Cecilio, hoy hace dos años, pues inicié mi ministerio como Arzobispo de Granada. Mi primera celebración fue precisamente esta liturgia hispana, esta liturgia de la Eucaristía según el rito mozárabe, el rito hispano.
Estáis asistiendo… Estamos asistiendo, incluso con titubeos, a esta bella liturgia, donde el tiempo queda paralizado. Donde acompañado, también por los cantos y lo digo con belleza y con dedicación, por el coro que nos ayuda. Estamos celebrando, como celebraban casi los primeros cristianos de Granada y sobre todo en los siglos III, IV, V, IV, hasta que se introduce el rito latino que contemplamos hoy y que fue renovado por el Concilio Vaticano II, que precisamente invita a las iglesias a recuperar el rito propio de cada Iglesia y el nuestro. En España, el rito hispano.
Este rito, con esta belleza, con estos sonidos y al mismo tiempo con estos símbolos tan sugerentes que nos expresan la grandeza del misterio ante el que nos encontramos y en el que se veneran de manera especial los santos primeros de la Iglesia en España. Somos un pueblo antiguo, queridos hermanos. Cuando se reivindican las raíces de un pueblo… Nos creemos que Granada solo ha tenido una presencia islámica, que algunos mitifican. Ciertamente, muchos siglos.
Pero antes, muchos siglos antes, ha habido una presencia cristiana, una presencia cristiana que eran los mozárabes. Que convivían incluso con el mundo islámico. Pero antes una presencia de cristianos con el sabor de primitiva Iglesia, con tradiciones propias como las que hoy celebramos, con sus pastores propios entre los que destacan, en nuestro caso, en Illiberis, San Gregorio, bético y también nuestro primer obispo.
Entre los barones apostólicos que traen la fe cristiana en nuestra tierra. Él es un confesor de la fe. Es un mártir, él de manos de los apóstoles, nos trae el Evangelio de Jesucristo que tanto ha influido en nosotros y desde nosotros, en tantos hombres y mujeres del mundo. De tal manera que hoy la mayor parte del mundo reza en español. Del mundo católico me refiero.
Queridos hermanos, esta fe que trae Cecilio está en nuestra raíz y nos invita a nosotros, ahora, en unos tiempos tampoco fáciles, nunca lo han sido para el cristianismo. Hoy día es la religión más perseguida en el mundo. Nos invita a que seamos también confesores de la fe. Con naturalidad y respeto exquisito a quienes no piensan como nosotros, pero sin avergonzarnos de la fe que hemos recibido de nuestros mayores y que se remite hasta los inicios de la época apostólica, hasta el siglo I con la presencia, después entre nosotros de los varones apostólicos, enviados por los apóstoles.
No se trata de añoranzas, se trata de mirar para atrás, para coger fuerzas en el presente con la valentía evangélica de quien quiere ser auténtico a la fe recibida y no contentarse con un cumplimiento. No contentarse con un cristianismo de creyentes y no practicantes, o no contentarse simplemente con un costumbrismo vacío de fe y de religiosidad y pleno incredulidad.
Queridos amigos, nuestro mundo de hoy necesita la fe cristiana, necesita el testimonio de cristianos coherentes que no es que tengan que dar su vida. Seguramente no, ojalá que no. Pero sobre todo tienen que desvivirse, que es otra forma de martirio que la palabra castellana lo expresa tan bellamente de ese desvivir, dando testimonio con sus obras, con su caridad, con su fe, con sus costumbres, con el perdón, con la misericordia, con la honestidad, con la preocupación por los demás, por hacer un mundo mejor y empezando por los prójimos, ciertamente, por los más próximos, por nuestras gentes de Granada.
La fe no es una antigualla. La fe no es algo de parque temático antiguo, como si fuera un museo. La fe está viva. Por eso estamos aquí esta tarde y miramos para atrás, para aprender de estos primeros que anunciaron aquí, no sin dificultades, incluso con el martirio, la fe de Jesucristo. A nosotros nos toca manifestarnos ante la indiferencia de nuestro mundo. En el individualismo, en el egoísmo, en una sociedad polarizada donde cada uno va a lo suyo a imponer lo suyo.
Tenemos que manifestarnos cuando Dios parece que está oculto, que se le quiere ocultar. O solo nos referimos a una Semana Santa, como si el resto del tiempo no tuviera que serlo. Se tiene que notar en nuestras familias, en nuestra vida personal, en nuestras relaciones sociales. No podemos esconder la fe, esta fe heredada de nuestros mayores y que ha dejado esa impronta tan nuestra en Granada desde los comienzos del cristianismo.
Nos enorgullece. Pero al mismo tiempo, queridos hermanos, es una responsabilidad. Lo es para vuestro obispo, porque al mirar a quienes me han precedido y dirigir la mirada a estos santos, me exige a mí también, a pesar de los pesares, de mis flaquezas, de mi debilidad. Mirar a estos campeones de la fe para ser el Buen Pastor que vosotros necesitáis y que tenéis derecho a exigirme.
Pidámosle a la Virgen, que acompañó, al igual que a Santiago, a nuestro Cecilio, para que ella, a la que nosotros veneramos en esa imagen tan bella de las Angustias, nos ayude a vivir como cristianos. Y como los primeros, según nos dicen los Hechos de los apóstoles, perseveremos en la oración, en la doctrina de los apóstoles, en unión con María y los hermanos.
Queridos amigos, vamos a vivir este día con fe y mañana, en esa explosión de alegría tan arraigada en Granada, que es su romería en torno a San Cecilio en su Sacromonte… El Señor nos cuide y nos proteja a través de nuestro primer obispo, nuestro San Cecilio, obispo y mártir.
Así sea.
+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
1 de febrero de 2025
Abadía del Sacro Monte