De la Pastoral Bíblica de la Archidiócesis de Granada, para el domingo 9 de febrero de 2025.

Los creyentes en el Señor Jesús tenemos mucha suerte. Hemos sido llamados a vivir un proyecto de vida con sentido que configura nuestro caminar diario y proporciona una meta a nuestro itinerario existencial. En este domingo tenemos la oportunidad de evaluar nuestra vocación de seguimiento, porque lo no que no se evalúa, se devalúa: ¿Estamos siendo dignos de la vocación a la que hemos sido llamados? (Ef 4,1).

¡Aquí estoy, envíame! (Is 6,1-2a. 3-8)

La primera lectura de hoy nos presenta el relato de la vocación de Isaías. Era bastante joven cuando recibió la llamada profética, “el año de la muerte del rey Ozías” (6,1); probablemente el año 740-739 a.C., cuando contaba unos veinte años de edad. El profeta nos narra esta experiencia trascendental en su vida, que en la forma se asemeja a la de los grandes místicos. Isaías hace un esfuerzo al presentar esta experiencia inefable que podemos estructurar en tres partes: a) Teofanía (6,1- 5); b) Consagración (6,6-7); y c) Misión (6, 8).

a) Teofanía: se manifiesta en una visión grandiosa y espectacular marcada por diferentes elementos simbólicos (el trono, el manto real, los serafines cantando la santidad de Dios, el humo), junto a la sensación de plenitud: “la orla del manto llenaba el templo”, “la tierra llena de su gloria” “el templo estaba lleno de humo”. Frente a tanta magnificencia, Isaías se siente pequeño; frente a la santidad de Dios, el profeta se siente pecador.

b) Consagración: Dios toma la iniciativa y hace volar a uno de los serafines para que toque sus labios con una brasa del altar y los purifique, para hacer desaparecer su pecado. Dios lo capacita así para la nueva misión que le va a encomendar en esta difícil etapa de la historia de su pueblo en el siglo VIII a. C.

c) Misión: Isaías escucha entonces la voz de Dios: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá por mí?”. El profeta no vacila y responde con prontitud y contundencia: “Aquí estoy, envíame”.

Al igual que el profeta nosotras-os no vamos por cuenta propia, sino que también hemos sido llamadas-os a una misión, a un servicio para colaborar en hacer de este mundo una casa más habitable para todos. Al terminar de leer el relato podemos hacer memoria de la llamada que recibimos de Dios. ¿Qué experimentamos? ¿Cómo nos elevó de nuestra propia debilidad? ¿A qué nos llamó? ¿Somos hoy responsables de la misión encomendada?

“Desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,1-11)

El texto del evangelio nos presenta la vocación de los primeros discípulos. Sin embargo, la originalidad de Lucas se aleja significativamente de los paralelos, Mc (1,16-20) y Mt (4,18-22). La llamada al discipulado, constituye uno de los signos del Reino, junto con los milagros y el perdón de los pecados, puesto que se inaugura así la nueva comunidad en torno a Jesús.

Al igual que otros relatos vacacionales de personajes bíblicos como Moisés (Ex 3, 1- 22) Gedeón (Jc 6,11-24) o María (Lc 1,26-38), podemos estructurar el relato en cinco partes:

a) Situación de la escena y presentación de las personas que van a ser llamadas

Jesús se encuentra a orillas del lago de Genesaret, mientras la gente se agolpa para escuchar su enseñanza que es denominada “palabra de Dios”. Hay dos barcas que están en la orilla, mientras los pescadores, que han desembarcado, están lavando las redes. Jesús sube a una de las barcas, la de Simón, y apartándola de la tierra, desde allí enseña a la gente. Al acabar de hablar da una orden a Pedro “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. Pero Pedro parece no estar por la labor, ya han estado toda la noche y no han pescado nada. Sin embargo, accede manifestando que lo hace “por la palabra de Jesús”.

b) Experiencia de la divinidad o teofanía

La teofanía o manifestación de la divinidad no aparece de forma explícita como la zarza ardiendo a Moisés o el ángel a Gedeón o a María, sino que se manifiesta en la pesca milagrosa tras la noche sin pescar nada: “hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse”.

c) Objecióndelllamado

Ante la experiencia de la divinidad, la reacción de Pedro es de turbación, miedo e impotencia, afirmando: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. El texto recuerda a la frase pronunciada por Isaías en la primera lectura: “Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros” (6,5). El discípulo ante la experiencia de la pesca grandiosa, sabiendo que había echado las redes por la palabra de Jesús, se siente ante él con “temor y temblor”.

d) Resolucióndelaobjeción

Jesús hace suyas las palabras que Yahvé o sus mensajeros utiliza en los textos vocacionales antes mencionados: “No temas”. Tras ellas, le encomienda la misión: “desde ahora serás pescador de hombres”.

El que antes se dedicaba a pescar peces, ahora cambiara su tarea por pescar hombres y mujeres para el nuevo proyecto del Jesús, el proyecto del Reino. Se trata de ir incorporando, poco a poco, a todos los seres humanos a formar parte de una comunidad de hermanos en la que la solidaridad de unos con otros les vaya haciendo tener una vida más plena, donde la defensa de la vida y los derechos humanos vayan creando un mundo más justo y una casa común más habitable.

e) Conclusión

Se cierra el relato con la respuesta a la llamada del vocacionado que siempre implica dos realidades:

-dejar la vida que hasta ahora había llevado.

-inaugurar una vida nueva que es el seguimiento de Jesús. Este conlleva la adhesión a su persona, así como compartir su vida, su misión y si llegara la ocasión, su destino.

A la luz del texto son muchas las preguntas que podemos hacernos: ¿Somos capaces de fiarnos de la Palabra de Jesús, como hace Pedro? ¿Cuáles son nuestros miedos? ¿Estamos dispuestos a dejar algo por seguir a Jesús? ¿Cómo expreso mi seguimiento?

La Palabra hoy

“Señor me has mirado a los ojos sonriendo has dicho mi nombre…” Esta es una de las canciones más conocidas, cantadas y versionadas del panorama musical cristiano. Con esta misión, Jesús invita a los discípulos a reunir a los seres humanos dispersos para entrar en el Reino de Dios, lo que implica la creación de una nueva fraternidad en torno a Jesús, comienzo y anuncio del pueblo escatológico.

Este envío a la misión de ser pescadores de hombres no sólo consiste en proclamar el evangelio a fin de que la gente acepte y se adhiera a la persona de Jesús y su proyecto de la Buena Nueva, recibiendo el bautismo como inicio de pertenencia a la comunidad eclesial; también implica hacer presente los valores del Reino en los entresijos de la comunidad humana, en la esfera social y política. Se trata de hacer que la nueva fraternidad de los seres humanos vaya siendo una realidad en este mundo. Nuestro compromiso podemos encauzarlo poniendo en marcha iniciativas en diversos niveles de actuación: movilizando el amor que existe en cada persona para salir al encuentro de los que están más solos y abandonados, de los que más necesitan, de los más pobres y olvidados, de miles de personas migrantes que buscan un hogar; impulsando desde nuestras posibilidades acciones sociales que promuevan una economía social, justa y solidaria, responsabilizándonos del cuidado de la casa común y la creación. Así nuestra misión de ser pescadores de hombres no tendrá frontera, e irá dibujando cada vez más el Reino “ya aquí…aunque todavía no del todo”, hasta que Dios sea “todo en todos” (1 Cor 15,28).

Mariela Martínez Higueras, OP

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