De la Pastoral Bíblica de la Archidiócesis de Granada, para el domingo 12 de mayo de 2024.

Celebramos hoy la fiesta de la Ascensión del Señor. Con su regreso al Padre, Jesús cierra un círculo, para regresar al cielo, al Padre, pero su presencia permanece viva y presente en la Iglesia. Jesús se va, pero sólo precede, como un hermano, a todos los hombres y mujeres, en el paraíso, allí donde está Dios. Mientras tanto aquí tenemos una tarea: continuar su proyecto de hacer presente su Reino de paz y justicia.

SEGUNDA LECTURA (Ef 1, 17-23)

El texto que nos propone la liturgia, tomado de la carta a los Efesios, se sitúa al inicio de esta misiva donde el autor da gracias por la fe y la caridad de los destinatarios, y reza a Dios por ellos, para que les de espíritu de sabiduría e ilumine los ojos de su corazón para conocerlo. La sabiduría, en la antigüedad, significaba un saber vital, existencial. Y así Pablo pide que nuestra fe se convierta realmente en una fuerza que impulse y sostenga nuestra vida; que domine todo nuestro pensar y nuestro hacer, nuestros méritos y nuestros deseos, pues el obrar produce un conocimiento más profundo. Nada hace a la fe más viva que el hecho de vivirla.

El conocimiento al que estamos llamados nos ayudará a comprender: la esperanza a la que los llama el Señor, la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y la grandeza de su poder en nuestro favor. Todo esto ha sido desplegado por Dios resucitando a Jesús. A partir de entonces nada será lo mismo. En cada eucaristía proclamamos: «Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor». Un poder puesto al servicio del ser humano, de su bien, de su dignidad, de la comunión y fraternidad de unos con otros.

EVANGELIO (Mc 16, 15-20)

La lectura del Evangelio de este domingo de la Ascensión del Señor forma parte del llamado segundo final de Marcos (Mc 16, 9-20) puesto que no pertenece al evangelio original, aunque siempre ha sido considerado canónico, es decir inspirado por Dios y por tanto perteneciente a la Sagrada Escritura.

Jesús va a enviar a los discípulos a la misión por el mundo entero: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El que crea ha de ser bautizado o lo que es lo mismo ha de sumergirse en la vida de Dios Trinidad. A los creyentes los acompañarán una serie de signos poderosos, sanadores y salvadores, para mostrar que la palabra evangélica es eficaz y cumple lo que dice: cambia el corazón, libera la mente y crea nuevos discursos. Después de hablarles Jesús es llevado al cielo y, se sienta a la derecha de Dios. Con ello el autor está expresando cómo Jesús asume el sitio que le corresponde junto al Padre. Los discípulos se saben continuadores del proyecto de Jesús por lo que salen a predicar por todas partes, y el Señor coopera con ellos confirmando la palabra que pronuncian con las señales que les había prometido y los acompañan. Ahora le corresponde a la Iglesia la dinámica de anunciar la Buena noticia de Jesús a todas las naciones.

Carmen Román Martínez, op

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