– 2 Sam 5, 1-3
– Sal 121
– Col 1, 12-20
– Lc 23, 35-43
Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?». Dijeron: «Nada». «Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito: “Fue contado entre los pecadores”, pues lo que se refiere a mí toca a su fin».
Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Él les dijo: «Basta».
Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba.