Fecha de publicación: 15 de octubre de 2022

Tecla de Kitzingen fue una de las monjas enviadas en 748 o 749 por Tetta, abadesa de Wimborne en Wessex para ayudar a San Bonifacio en su labor misionera en Alemania. Fue allí junto con un pariente suyo, santa Lioba, bajo cuya dirección pasó un cierto tiempo en la abadía de Bischofhcim. Bonifacio la nombró entonces abadesa de Ochsenfurt y, más tarde, también de la abadía de Kitzingen en el río Meno. Sin embargo, su nombre no aparece en la lista de abadesas de este monasterio, probablemente porque siguió viviendo en Ochsenfurt, aunque también podría ser la persona referida en estas listas como “la santa”.

Era famosa por su humildad, bondad y caridad, no solo entre sus hermanas, sino también entre la población local. Conservamos el texto de una breve carta que Bonifacio le dirigió a ella, a santa Lioba ya la comunidad, en la que, apelando a su caridad cristiana, les pide oración por el éxito de su apostolado. Tras la muerte de Tecla, acaecida hacia el año 790, el convento de Ochsenfurt declinó rápidamente, quedando oscurecido por el vecino de Kitzingen. Hay evidencia de un culto tardío en el área alrededor de la abadía, mientras que en el siglo XV había una capilla en ruinas en su honor en una isla en el río Severn en Gales. Su santuario fue destruido en el siglo XVI durante la revuelta de los campesinos.

En las representaciones iconográficas aparece con un velo oscuro en la cabeza y en la parte superior del cuerpo, en el acto de acariciar a una leona; este detalle surge sin duda de la confusión hecha con el mártir homónimo, arrojado en las ferias en el 304 y conmemorado con San Timoteo de Gaza (19 de agosto).

Aunque se sabe tan poco de esta santa, no cabe duda de su existencia. También participa de los méritos colectivos obtenidos por la misión anglosajona en Alemania encabezada por San Bonifacio, quien jugó un papel fundamental en la evangelización de este territorio en el siglo XVIII. Las hermanas que se incorporaron a la misión lo hicieron generalmente quince o veinte años después de iniciado el apostolado, pero el trabajo que realizaron al frente de grandes abadías fue fundamental para consolidar el cristianismo y fomentar la educación.