Fecha de publicación: 19 de febrero de 2022

Esta ejemplar catequista china, que sufrió el martirio a los 47 años, había manifestado desde muy joven sus virtudes. Santa Lucia Yi Zhenmei (1815-1862), última de cinco hijos, nació en Mianyang de una familia que hacía poco que se había convertido al cristianismo tras la conversión, en primer lugar, del padre, anteriormente budista. Atraída por el ejemplo de las religiosas misioneras, a los 12 años ofreció su virginidad a Dios. Prometida en un matrimonio concertado, no sabiendo cómo librarse de este compromiso, puesto que deseaba mantenerse fiel a su voto, fingió estar loca y su prometido anuló el compromiso.

En los años que transcurrió en Mianyang fue catequista de los niños, porque el párroco se dio cuenta de su gran fe y de su conocimiento de las verdades cristianas. Tras la muerte de su padre, se mudó con su madre y un hermano médico a Chongqing. Aquí el sacerdote le pidió ayuda para las catequesis a las mujeres, obra a la que Lucía se dedicó con alegría, rechazando la compensación económica que le habían ofrecido. Al cabo de un tiempo se mudó a la provincia de Guizhou, donde se ganó la admiración del obispo y conoció al misionero francés Juan Pedro Néel (1832-1862), sacerdote de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, que partió para China en agosto de 1858. El padre Néel le confió a Lucía un grupo de mujeres deseosas de conocer las enseñanzas de Cristo. Y la santa reveló, una vez más, ser muy útil, tanto por su conocimiento del chino, su lengua materna, como por el claro testimonio de su vida, fiel a los mandamientos de Dios, que impulsaba a los demás a querer conocer la fuente de su felicidad.

En ese periodo empezaron de nuevo con fuerza las persecuciones, ordenadas por Tian Xingshu, un alto oficial de Guizhou, por odio a la religión cristiana y a la presencia extranjera en general. El padre Néel fue arrestado el 18 de febrero junto a los catequistas Martín Wu Xuesheng, Juan Chen Xianheng y Juan Zhang Tianshen, que había recibido el Bautismo dos días antes, pero que durante el catecumenado ya instruía a sus familiares y amigos sobre la doctrina cristiana. Los cuatro se negaron a renegar de Dios, incluido el recién bautizado, que el verdugo hizo ajusticiar el último, esperando que así cediera a sus intentos de hacerle abjurar: «No deseo nada que no sea la herencia eterna del Cielo», le respondió san Juan Zhang.

Ese mismo día 18 de febrero, a lo largo del camino de los cuatro mártires hacia el lugar de la ejecución, también habían capturado a Lucía. También a ella le ofrecieron la posibilidad de rechazar la fe católica a través de halagos, pero la mujer se mantuvo firme; al día siguiente la llevaron al patíbulo y la decapitaron. Algunos fieles valientes consiguieron recuperar los cuerpos de los cinco mártires y les dieron sepultura. Los familiares de Lucía cogieron su gorro como reliquia y lo pusieron sobre una sobrina gravemente enferma, Paula, que se curó inmediatamente. Los cinco mártires de Guizhou forman parte del grupo de los 120 santos, martirizados en China entre 1648 y 1930 y canonizados por Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000.

Tras la muerte de sus padres, fue cuidada por monjas dominicas de un convento cercano dirigido por sor Stanisława Lenart. Tras terminar la escuela, Stanisława Maria (o Estanislava María) se educó en el Centro de Formación de Docentes de Nowy Sącz, Polonia.