Fecha de publicación: 4 de junio de 2022

San Quirino era obispo de Siscia, una población Croata que hoy se llama Sisak. Conoció él que se había dado la orden de aprehenderlo, y fue capturado, tras corta persecución. Fue entonces conducido ante el magistrado Máximo. El magistrado lo conminó para que ofreciera incienso a los dioses paganos, o si no, sufriría torturas y le sería dada una terrible muerte.

San Quirino respondió que para él los dolores y la muerte serían su gloria, y entonces Máximo ordenó que lo apalearan. A medida que esto ocurría, el magistrado seguía insistiendo al obispo en adorar a los demonios bajo las vestiduras de los ídolos, e incluso prometió hacerlo sacerdote de Júpiter si consentía en sus requerimientos; sin embargo, el mártir respondió con decisión: “Te agradezco los golpes; no me hacen daño. Con gusto soportaría un tratamiento peor a fin de dar ánimos a todos aquellos que son de mi rebaño, para que me sigan por este atajo hacia la vida eterna”, continuó. Pero ocurría que Máximo no tenía autoridad para decretar la muerte de San Quirino, por lo que lo remitió a Amancio, gobernador de la provincia de Pannonia Prima. Fue conducido pues hasta Sabaria, actual Szombothely, Hungría.Amancio no quería condenar a un anciano venerable como el que tenía en frente. Pero no dejó de ser instrumento de satanás, porque intentó convencerlo una vez más de adorar a los ídolos para acabar sus días en paz. Pero como San Quirino se mantuvo firme, lo condenó.

Se le ató una piedra al cuello y luego lo arrojaron a río Raab. Pero los muchos presentes pudieron contemplar cómo tardó en hundirse, mientras rezaba y pronunciaba palabras de aliento para su grey.
Río abajo, los cristianos rescataron su cuerpo. Cuando en el siglo V los fugitivos tuvieron que huir de Pannonia, invadida por bárbaros, estos llevaron las reliquias de San Quirino a Roma, que quedaron en la Catacumba de San Sebastián, hasta cuando en el año de 1140 fueron trasladadas a Santa María en Trastévere.