Excmo. Sr. Presidente del Instituto Superior de Teología “Lumen Gentium”, querido d. Javier;
Ilmos. Sres. Directores del Instituto de Teología “Lumen Gentium”, del Instituto de Filosofía “Edith Stein”, del Instituto sobre el estudio del oriente cristiano, del Instituto sobre la Encíclica “Laudato Si’”;
Ilmos. Sres. Rectores del Seminario diocesano y de los otros seminarios;
Superiores de las casas de formación;
profesores, alumnos;
Sras. y Sres:
Comenzamos el año académico 2017-18 y no podemos dejar de volver la mirada a algunos hechos más relevantes de nuestra vida social. Así nos lo pide el anuncio del Evangelio, que se sitúa siempre en el tiempo y en el espacio de la historia, y que nos ayuda a comprender y a valorar los distintos acontecimientos a la luz del Espíritu Santo.
Hace unos días recibí una carta de un colega mío de Corea del Sur, que terminaba sus letras, sobre una cuestión teológica, con una petición muy sentida de oraciones por su país, en este momento de tan alta tensión dado el riesgo de una guerra nuclear, que desde luego les amenaza a ellos pero también a la comunidad internacional.
El dolor de este sacerdote evocó en mí otros fenómenos, como el del terrorismo que ha azotado y azota Europa, y que ha azotado a España durante muchos años, del que parecía que lográbamos salir pero que vuelve a descargar toda su violencia (hace poco más de un mes en Barcelona, el otro día todavía en Marsella), a manos de radicales islamistas y que no sabemos cuándo y dónde volverá a golpear.
A la vista de hechos como éstos se sacude hasta lo más profundo nuestra sensibilidad por la injusticia de un mal que destroza la vida de cualquier persona sin miramientos, y al mismo tiempo nos conmovemos por los gestos de amor a la vida, de heroísmo, de solidaridad, con los que tantos protagonistas anónimos prestan ayuda a las víctimas y a sus familias.
La luz del Evangelio se traduce históricamente en criterios de inteligencia y de acción para interpretar y cambiar el mundo en que vivimos a partir del bien moral práctico que es la convivencia, sin el cual toda otra solución será siempre precaria por más recursos de fuerza que se utilicen.
Necesitamos, personalmente cada uno, como comunidad civil y cristiana, ser protagonistas incansables de una cultura de la vida. Necesitamos seguir aprendiendo a acompañar a todas las personas a las que nos resultan cercanas y a las lejanas, a escuchar, a proponer la vida y la verdad que amamos a través del diálogo y de todos los recursos educativos. En ese diálogo de camino paciente y de educación se podrá percibir si los europeos tenemos una vida rica, no sólo por el bienestar social, sino por lo que toca al significado mismo del vivir. El espacio de libertad civil y religiosa, que es hoy Europa y España, no debe de generar en un mundo vacío sin propuesta de sentido humano pleno, ya sea para quien ha nacido aquí o para quien ha llegado hace poco tiempo.
Con muchas obvias diferencias, ese mismo criterio moral del bien práctico, que es el valor de la convivencia arraigada, nos invita a fomentar todas las vías de entendimiento en estos momentos tan delicados para España, por la situación de Cataluña a la que ya se ha referido el señor Arzobispo. Los acontecimientos de estos días anegan el corazón de tristeza y de preocupación, como indica la Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal. Nos unimos de todo corazón a la oración por nuestros gobernantes, para que en el marco de la legalidad constitucional acierten a proponer medidas que reconstruyan la confianza social y que aseguren la legalidad como garantía de los derechos de todos.
Junto a esa primera responsabilidad jurídica y política, una situación tan seria como ésta nos interpela a cada uno. Podemos decir es una oportunidad para comprobar si la fe que vivimos nos permite construir juntos teniendo en cuenta las diferencias y nos permite ofrecer a todos el testimonio de la experiencia, de unidad y de universalidad, que la fe eclesial ha hecho posible a lo largo de la historia, también allí donde había sensibilidades culturales muy diferentes.
El reciente viaje del Papa Francisco a Colombia le ha permitido afrontar una situación que todos reconocen como máximamente difícil. Hemos podido recibir con verdadera esperanza los efectos que su presencia, sus gestos y sus palabras han producido en la Iglesia y en la sociedad colombianas, para que llegue a ser posible una reconciliación verdadera y pacífica en esa querida tierra latinoamericana.
Una comunidad eclesial y académica como la de los centros de la Archidiócesis de Granada, que se alimenta cada día de la Presencia real de Cristo, tiene una responsabilidad educativa evidente al servicio de lo que el Papa llama una “cultura del encuentro”. A diario, en el desempeño de nuestras tareas somos llamados a contribuir a este debate social, cultural y religioso, ofreciendo a todos los gestos de humanidad nueva que nacen del Evangelio. De ahí que la presencia en las aulas, el trabajo silencioso del estudio y de la investigación, las tareas de administración y servicios, nuestras actividades diarias en una palabra, deben desempeñarse con la conciencia cada vez más clara de este horizonte misionero y evangelizador.
Al emprender este curso nuevo 2017-18 lo primero que quiero hacer es saludar cordialmente a todos los profesores, a los estudiantes, de todos los centros, al personal de Administración y Servicios, que son los verdaderos protagonistas cotidianos de la aventura educativa. Y por lo que toca a este curso, me alegro especialmente que se haya podido erigir una Extensión del Instituto Superior de Ciencias Religiosas a distancia de la Universidad San Dámaso, que ampliará el servicio teológico y pastoral con mayor facilidad a todos los rincones de la Diócesis. El Instituto está haciendo un esfuerzo muy importante de publicación de materiales didácticos en estos dos últimos años (tiene por delante todavía una tarea muy significativa para que se pueda ofrecer un servicio de gran calidad y de gran cercanía a todos los que quieran utilizarlo).
Concluyo este saludo agradeciendo de nuevo, de corazón, la invitación del Instituto para participar en este acto solemne de apertura. Y concluyo también renovando, no sólo mi disponibilidad personal, sino también de San Dámaso, de su Facultad de Teología, de los Institutos, para que los centros académicos de la Archidiócesis granadina puedan recibir el mayor apoyo posible en su tarea educativa al servicio de la acción pastoral de la Iglesia.
Javier Prades
Rector Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid)