La Comunidad Católica Shalom celebró una Eucaristía en el Convento de Nuestra Señora de la Encarnación en el que dos de los integrantes de la Comunidad de Vida pronunciaron ambos por primera vez estos votos temporales de pobreza, castidad y obediencia.
Junto a ellos, el resto de su Comunidad se reunió para celebrar juntos la profesión de votos temporales en el día de San Esteban. Presidió la Eucaristía el Vicario General, D. Francisco-Javier Espigares, que se hizo eco de la celebración de la memoria del protomártir de la Iglesia para encomendar a los dos jóvenes en su misión.
“Esteban parece un fracasado pero con su oración se convierte Saulo y éste será el apóstol de los gentiles”, señaló Espigares. “Esa vida entregada, martirial, es la quintaesencia del amor, porque un amor que no se dona, que se reserva, que no se entrega, sino que siempre se posee y se va dando a cuentagotas. Ese amor no me vale, ni te hace feliz, ni hace feliz a nadie de los que están alrededor tuyo, porque es un amor que lleva cuentas”, apuntó.
“La pobreza, la castidad y obediencia no son fines, sino medios para que la caridad no se te vaya”, terminó diciendo el Vicario General. “Son como contrafuertes, como en las catedrales, para que no se abra de par en par esos muros tan altos y grandes, para que protejan justamente esa caridad perfecta que Dios quiere para nosotros”.
UN “SÍ” DENTRO DE UNA HISTORIA
El sí de cada uno es fruto de una historia particular, que no siempre apuntó en ese sentido. Tal es el caso de Rafaella, que reconoce que “hace 2 o 3 años me inquietó esta llamada al celibato” a pesar de que estaba caminando hacia la vida matrimonial después de haber venido como misionera de la comunidad desde Fortaleza, donde vivía.
Al poco de su llegada a Granada, se iniciaba entonces un camino de formación específica en su vida y en su pertenencia a la comunidad. “A lo largo de este último año pude experimentar que he sido creada celibato. No solo en la oración, sino en la vida, porque es la forma en que uno se expresa, en la que uno ama”, comenta ella. “Para mi es una felicidad tan profunda que no se muy bien explicar con palabras. Es como que la experiencia que tengo de la última del puzzle se ha encajado, es como decir, ‘esta soy yo realmente’”.
El otro caso es el de Daniel, que lleva en Granada también cierto tiempo procedente desde la Casa Madre de Shalom en Fortaleza, desde donde empezó su camino de discernimiento, y que nos comparte que vive su llamada como “una seguridad interior de que esta era la voluntad de Dios para mi, que me llenaba de alegría y libertad”.
“La comunidad anima a, después de ese primer año de formación, rezar para discernir el estado de vida”, explica. Ahora dice reconocerse alegre después de su profesión: “siento una continuidad porque hay una gracia que recibimos y con la profesión de los votos es una nueva disposición, como si fuera un nuevo envío, una nueva llamada y un sentimiento de paz”.
Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada