La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo, pilares y columnas de la tradición evangélica, que representan todo el Evangelio de Cristo. Ambos con caminos paralelos y distintos, pero animados por el mismo espíritu, completan lo que significa la fe.

“La fe de Pedro es ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Es el que proclama la fe en el Hijo de Dios (Mt 16)”, explica el sacerdote D. Alberto Espinar, que recuerda por ello la importancia de la figura del Papa, como custodio de la memoria de ese reconocimiento de Jesucristo como el Mesías.

“Al mismo tiempo, la Iglesia no es Iglesia si no anuncia el Evangelio. Por eso es importante la figura de San Pablo. Tuvo la visión de anunciar no solo a los judíos, sino a todos los gentiles. Fue él quien dijo que: ‘ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús’ (Gal 3, 28)”.

SIGNO DE FRATERNIDAD

San Pedro y San Pablo reflejan también dos modos distintos de ser amados por Cristo, que tocan nuestra propia humanidad. “Como Pedro, estamos llamados a liberarnos de la sensación de derrota ante nuestra pesca, a veces infructuosa; a liberarnos del miedo que nos inmoviliza y nos hace temerosos, encerrándonos en nuestras seguridades y quitándonos la valentía de la profecía”, explica el Papa Francisco. “Como Pablo, llamados a ser libres de la tentación de imponernos con la fuerza del mundo en lugar de hacerlo con la debilidad que da cabida a Dios, libres del miedo a ser incomprendidos y atacados”

Los conflictos que tuvieron además entre ellos, nos enseñan un nuevo modo de ser hermanos pese a las diferencias. En palabras del Papa emérito Benedicto XVI, “aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, ambos han constituido un modo nuevo de ser hermanos vivido según el Evangelio. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad: aquí se encuentra el primer mensaje fundamental que esta solemnidad”.

ÓBOLO DE SAN PEDRO

Propio de la celebración de la solemnidad es la colaboración con el Óbolo de San Pedro. Se trata de la expresión más típica de la participación de todos los fieles en las iniciativas del sucesor del apóstol en beneficio de la Iglesia universal.

Los donativos llevados a cabo son un gesto que no sólo tiene valor práctico, sino también una gran fuerza simbólica, como signo de comunión con el Papa y de solicitud por las necesidades universales.

También conocida como la Jornada mundial de la caridad del Papa, este 29 de junio, las colectas de las celebraciones eucarísticas de las parroquias irán destinadas a apoyar por tanto la solicitud del Sucesor de Pedro por las múltiples necesidades de la Iglesia universal y las obras de caridad en favor de los más necesitados.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social