Fecha de publicación: 21 de julio de 2021

La pandemia sigue entre nosotros. Aún es un fenómeno “nuevo” al que debemos hacer frente, con nuestra responsabilidad personal en primer lugar, y que nos recuerda, en medio de la situación dramática que ha generado en las personas y familias, que no nos hacemos a nosotros mismos y que no somos dueños de la vida. En esta situación que padecemos desde hace casi año y medio, recuperamos una entrevista, emitida el pasado mes de mayo en el programa “El Espejo” (COPE Granada y COPE Motril), sobre “una lectura creyente de la pandemia”, con el sacerdote diocesano párroco de Cogollos Vega y Nívar, D. Manuel García Hernández.

– La pandemia la sufrimos todos…. Qué quiere decir “una lectura creyente de la pandemia”.
Desde una visión creyentes, cristiana, sabemos que Dios es el Dios de la Historia, que va llevando la historia de Salvación juntamente con nuestra historia de pecado. Él es el Dios de la Historia en el cual “vivimos, nos movemos y existimos”. Lo que ocurre en la Historia, con un acontecimiento como éste –la pandemia- mundial, que ha venido a cambiarnos la vida a toda la humanidad, de alguna manera se puede ver en clave del Dios de Jesucristo, en clave creyente, no para llegar a la conclusión de que es un castigo divino, sino para hacer una lectura de lo que esto puede significar para nosotros. Porque estoy convencido que nada de lo que ocurre en esta vida ocurre por casualidad. Todo ocurre para que aprendamos una lección que, quizás, si no fuera por esto o por otras cosas, no la aprenderíamos. Creo que, desde una perspectiva creyente, el covid trae un mensaje que hay que descodificar en clave creyente: no podemos seguir en un orden mundial como el que tenemos, donde el mercado y el poder financiero lleva las riendas de la humanidad, porque eso repercute muy desgarradoramente en una gran parte de la humanidad. No es casual que haya salido la Encíclica Fratelli Tutti, del Papa, proponiendo un orden mundial basado no en el poder financiero, sino en el amor. La llegada al Pueblo de Dios de esta Encíclica en el contexto de la pandemia tiene mucho que decir. En esta situación tenemos que hacer una mirada hacia dentro, para que ese confinamiento que hemos vivido, y otros confinamientos que puedan venir, se convierta, al menos para los creyentes, en un retiro, libremente elegido; para tener un retiro dentro de nosotros mismos y tener una mirada más profunda de la realidad. Y luego, ir a la sociedad, al mundo, a las parroquias en las que estamos con una mirada sabia y misericordiosa. Una mirada creyente de la pandemia nos sitúa en tres dimensiones, que no se pueden separar entre sí. Nos tiene que llevar más hacia Dios, sería lo que llamaríamos más espiritualidad. Nos tiene que llevar más a los hermanos (fraternidad) y nos tiene que llevar más a la naturaleza, que la estamos destruyendo.

– La pandemia nos recuerda que no nos hacemos a nosotros mismos, que no tenemos el control de la vida y que una cosa tan minúscula como un virus nos ha puesto, de algún modo, en nuestro sitio, recordándonos nuestra fragilidad.
Así es. El virus pone de manifiesto nuestra vulnerabilidad. Ese afán prepotente que tiene el hombre occidental de creer que puede ser el “Señor” de todo. El virus nos ha bajado los humos. Somos vulnerables, tremendamente vulnerables. En esta situación, creo que hay que echar mano de algo que es muy humano, y por tanto muy cristiano, y es cuidarnos unos a otros, porque todos estamos heridos. Y especialmente estar cerca de aquellas personas que han perdido a seres queridos y no se han podido despedir de ellos. Estar cerca de personas que a lo mejor están pasando crisis familiares, porque está habiendo muchas separaciones. Y estar cerca de aquellas personas más frágiles económicamente, cuya economía se ha venido abajo.

– En este contexto, qué palabra de esperanza podemos decir a las personas.
Hay momentos en que para las personas y familias puede ser una situación límite. Entonces, en una situación límite, si ocurre esto, no son momentos para decir palabras, sino para estar. Una vez que el dolor se va amortiguando, entonces sí hay cabida para las palabras, para hacernos ver que nos creemos con muchos derechos adquiridos, sobre todo en el “primer mundo”, en la sociedad europea, y que realmente tenemos que ser más solidarios, tenemos que ser más conscientes que no tenemos en nuestra mano el destino de la vida; que la muerte forma parte de la vida y la muerte la tenemos ahí para cualquiera de nosotros, enfrente. Es decir, replantearnos el sentido de la vida: la solidaridad, la caridad, y llevarla a la práctica. Creyentes y no creyentes podemos sacar lo mejor de nosotros mismos a la hora de estar al lado de los otros. Cuando vivimos esto no con resignación, sino reconciliación, empezaremos a ver los frutos que esta pandemia puede provocar en nosotros, sin quitar nada del mucho dolor que hay.

Paqui Pallarés
Delegada de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

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