Fecha de publicación: 5 de febrero de 2020

¿En qué consiste el “sí” que diste como cooperador salesiano?

La promesa como salesiano cooperador no es ni más ni menos que hacer una promesa pública de vivir al estilo de Don Bosco, en la espiritualidad de Don Bosco, dentro de la vida ordinaria en la vocación laical y, en especial, comprometidos con la misión de los jóvenes. Todos aquellos que decidimos dar este paso sentimos esa llamada a la misión juvenil que es la que Don Bosco nos ha dejado y los cooperadores están llamados a ser esos prolongadores, como él decía, en la sociedad civil, de esta vocación a la santidad dentro de la familia salesiana.

Yo desarrollo mi pastoral, evidentemente, dentro del centro educativo pero luego, fuera del ámbito laboral, todos los viernes del año participo de un pequeño oratorio juvenil que tenemos en la parroquia de San Francisco Javier, en Haza Grande, donde trabajamos con niños en riesgo de exclusión social.

¿Qué ha supuesto para ti este paso en tu vida?

Para mí una alegría muy grande, porque de alguna manera ves hecho realidad ese sueño de descubrir la llamada de Dios a cada uno de nosotros, responder con generosidad, con alegría. El ser de la familia salesiana creo que es un privilegio porque este grupo humano y espiritual es tan grande, tan diverso, que nosotros cooperadores, como miembros de esta familia, nos enorgullecemos de eso, de ser testigos del amor de Dios a los jóvenes, tal y como se recoge en esos primeros estatutos.

¿Cómo nace esta iniciativa de los cooperadores salesianos?

Los cooperadores nacen como un sueño de Don Bosco incluso antes de la propia congregación salesiana. Él empieza a trabajar con laicos y eso fue algo que le supuso algunos problemas, pues en aquella época no estaba bien visto el que los religiosos se relacionaran con los laicos y trabajaran juntos.

De alguna manera él piensa en la asociación de cooperadores antes que en los propios salesianos sacerdotes y religiosos, lo cual es un hito en la historia. Luego más adelante se funda la congregación y la asociación de cooperadores nace como esa tercera rama de la familia salesiana, de carácter laical.

¿Cómo fue tu primer contacto con la familia salesiana?

Yo los conozco al llegar a Granada y también por mi vocación educativa. Yo soy maestro de profesión y para mí Don Bosco siempre fue un modelo como educador y como maestro.

Cuando me acerqué al centro de salesianos aquí en Granada e hice un proyecto de trabajo con ellos, tuve la oportunidad de conocer cuál es su sistema preventivo, la pedagogía salesiana… todo aquello a mí me fue enamorando. Esa espiritualidad y el trato con la gente, con los diversos grupos de la familia salesiana hicieron que empezara a hacer ese camino de conocimiento y de discernimiento. Me ofrecieron poder convivir con ellos y estudiar a la vez, y estuve haciendo esa experiencia, al terminar mis estudios en la universidad. Este hecho fue el que me marcó para que, casi 10 años después, llegue ahora a comprometerme como salesiano cooperador.

¿Qué es lo que más resuena en ti después de estos cinco años de formación como cooperador?

Para mí lo que más resuena en este momento después de este tiempo de formación es la experiencia de la comunidad, que te compaña y sostiene. La vida comunitaria de fe y el poder compartir con otros tu experiencia, lo que vas viviendo y discerniendo.

Eso y el sentirte acompañado, es lo que me parece más importante, tener la presencia de alguien que te acompaña, alguien que te ayuda a hacer verdad en tu vida y a descubrir la llamada del Señor. Durante estos cinco años de aspirante, en mi caso mi formadora y el formador de mis hermanos nos han ayudado, no solamente a descubrir la vocación salesiana como cooperador, sino sobre todo a conocernos a nosotros mismos, a ayudarte a hacer experiencia de tu vida y a descubrir cómo el Señor nos ha amado tanto que estamos llamados a corresponder a ese amor dando la respuesta a esa llamada.

¿Y cómo lo ha vivido tu familia?

La verdad es que el hecho de que estuvieran presentes el sábado pasado fue una gran alegría para mí. Mi familia es de Marbella y yo soy de allí, aunque ya llevo 14 años en Granada y es una alegría muy grande porque ellos también ven cómo de se ha realizado ese sueño que han visto en mí y verme feliz es un regalo para ellos.

El que estuviesen presentes también mis amigos ha sido igualmente importante, pues muchos de ellos no conocían exactamente en qué consistía la promesa y muchos luego me agradecían la invitación y me decían: “realmente esto no es una celebración más, es algo importante y se vive con mucha intensidad y mucha emoción”. En nuestro caso lo vivimos así.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada