Hace pocos días nos comunicaba la gerencia del hospital la necesidad de utilizar la capilla del Ruiz de Alda para convertirla en una UCI.
Creo a todo el servicio religioso nos llenó de tristeza esta situación de tanta necesidad.
La dirección nos decía que era una cuestión de urgencia mientras durara la pandemia y que volverían a dejarla como estaba.
Por un lado, la alegría de saber que nuestra capilla iba a albergar a Jesucristo sufriente y encamado, que lo importante es la salud de los enfermos. Pero todo esto me hacía pensar, ¿cómo hemos podido llegar a esta situación?.
La simple imagen de la capilla llena de enfermos con sus respiradores, sedados y atendidos como siempre con todo el cariño y profesionalidad de los sanitarios me hacia imaginar que estábamos en un hospital de campaña, que la situación era mucho más grave de lo que se pudiera pensar y por su puesto todos debemos de unirnos para intentar frenar tanto contagio.
Luego pensé hay que convertir cualquier dificultad en una oportunidad, y renové mi ilusión y esperanza de seguir atendiendo a mi Dios encamado, que el templo en el que Dios quiere habitar es en el corazón de las personas, que no hay otra forma de amar a Dios que sirviendo a los más pequeños y necesitados, y que necesidad mayor que cuando uno pierde la salud o la vida.
Agradecer la posibilidad de poder estar, como todos mis compañeros y compañeras del servicio religioso, tanto del Virgen de las Nieves, San Cecilio, Vithas, Inmaculada, Hospital Santa Ana de Motril, al pie del cañón, de mostrar que la fe en nuestro Dios encarnado en los enfermos, nos mueve a mostrar la esperanza que da sólo el cariño y la cercanía a ellos.
Pediría que nos uniéramos todos, en oración, en cercanía a aquellos enfermos o mayores que están solos o más necesitados, en todas las parroquias, creando redes de esperanza y cercanía, aunque sea por teléfono, para mostrar una vez más que el templo de Dios es el corazón del hombre, y dejar que Dios ame, consuele, sonría, hable a través de nosotros.
Pedir también mucha responsabilidad y concienciación a todos, porque solo unidos podremos evitar mucho dolor, sufrimiento y muchas muertes, hay que renovar el sentido comunitario de la vida, de lo que cada uno hagamos dependen muchas vidas.
Y terminar dando las gracias, a todos mis compañeros de los servicios religiosos, a todo el personal sanitario que tanto quiero y que tanto me enseñan, limpiadoras, celadores, administrativos etc. a toda la pastoral de la salud, diocesana, como de cada parroquia, a todos los sacerdotes, religiosos que atendéis a vuestros enfermos, a todos los voluntarios que acompañáis a tantos mayores, y muy especialmente a todos los enfermos, mis sagrarios sedados, en los que cada día aprendo que solo amando tiene sentido la vida.
Nuestra esperanza no falla porque está cimentada en Jesucristo. Oremos unidos. El amor siempre vence.
Mucho ánimo y fuerza. Que Dios os bendiga.
Diego Molina Quesada
Delegado Diocesano de Pastoral de la salud y capellán en el Hospital Virgen de las Nieves