Palabras del Arzobispo Mons. Javier Martínez en el programa “Iglesia Noticia”, de Cadena COPE Granada, emitido el 25 de marzo.
Mi pensamiento de hoy es sencillo. Para nosotros, para la mayoría de nosotros, y en la mayoría de las circunstancias, las circunstancias mismas de la vida solemos verlas como un obstáculo. Un obstáculo para vivir bien, un obstáculo para tener alegría, un obstáculo para querer a los demás…: si yo no tuviera la familia que tengo, si no me hubiera casado con esta mujer o con este hombre, si no tuviera esta enfermedad, o esta dificultad, si mi padre no estuviera en estas circunstancias o no tuviera esa forma de ser. Siempre estamos lamentando una ausencia y, a veces, en la fe cristiana hemos aprendido que aceptar esas circunstancias es aceptar la voluntad de Dios. Y yo quisiera decir hoy sencillamente que sin que nos demos cuenta vemos a Dios; vemos a Jesucristo fuera totalmente de esas circunstancias de la vida, cuando es Dios mismo quien nos espera en ellas. Una de las cosas que podríamos aprender mirando la Pasión de Cristo es justamente -y eso no significa que a uno le hagan temblar ciertas dificultades de la vida, o que uno no tenga que llorar o lamentarlas, o dolerse por ellas, pero nunca huir de ellas- que es Cristo quien desde ellas mismas nos llama.
Nos llama siempre a la posibilidad de un amor más grande, nos llama siempre a la posibilidad de un acoger la gracia, porque la gracia está en esa persona que me resulta tan difícil de aceptar, en ese compañero de trabajo que me hace la vida tan complicada, en esa dificultad que experimento en mí mismo, y sin embargo quisiera ignorar o me hace revelarme contra la realidad, contra mí mismo, contra Dios y vivir en la amargura. Abrazar las circunstancias en las que Dios con su infinita ternura me ha puesto, decir que sí con sencillez, incluso vivirlas mal y aceptar que uno no sabe vivirlas porque le faltan la virtud o las fuerzas, y sin embargo decirle al Señor sí en ellas. Precisamente, en ellas es abrir las puertas a la gracia, es permitir que la gracia florezca en el desierto de nuestras vidas, es poder acoger la paz, el corazón. Cristo, Dios, no está fuera del mundo, no está fuera de esas circunstancias, no está fuera de esas dificultades, está en ellas, está precisamente en ellas. Abrazarse a ellas o dejarse abrazar por el Señor en ellas en nuestra pobreza y en nuestra pequeñez es comprender que la Cruz está siempre rodeada de un halo de Gloria.