Nació en el verano de 1582, hijo de una familia sencilla de Cosenza, donde creció en confianza y amor. Desde pequeño apuntó una querencia hacia la Eucaristía y la oración.
Su llamada la vida consagrada le llegó con dieciocho años, aunque sus circunstancias vitales le impidieron responder propiamente a la llamada hasta nueve años después, entrando en el convento de frailes menores en Crotone. En su época de noviciado salió a luz su vida de piedad, su compartir en comunidad y su profunda oración.
Fue un fraile que tenía éxtasis frecuentes. Cuando empezó a tenerlos en público, fue humillado y puesto en duda, como ha sucedido tantas veces. A pesar de ser prácticamente analfabeto, demostraba una gran sabiduría de Dios. El propio Arzobispo de Calabria le pidió consejo en varias ocasiones.
Fue beatificado por San Juan Pablo II en 2002, poniéndolo como un modelo de mansedumbre, alegría y sencillez.