Nunca había pensado visitar la tumba del sacerdote asturiano, Gaspar García Laviana, muerto en Nicaragua a finales de los setenta. Sí recuerdo haber dado en la televisión regional la triste noticia de su fallecimiento y las muchas veces que hablé de él con mi querido e inolvidable compañero Faustino Álvarez, que publicó en La Nueva España un sentido artículo sobre él.
Nunca había pensado visitar su tumba, porque entre mis planes no figuraba viajar a Nicaragua, ese hermoso país, que tanto ha sufrido y sufre. Pero este verano surgió la oportunidad.
El Arzobispo de Granada me invitó a participar con un grupo de jóvenes. Don Javier Martínez había decidido desplazarse a Nicaragua para visitar las comunidades de la zona de Malacatoya, a las que había entregado su vida la almeriense, María Luisa Castillo Chamorro, virgen consagrada, que un día decidió servir a Dios entregándose a los más desfavorecidos. Con las familias de Malacatoya convivió durante veinte años y allí seguiría de no ser por el cáncer que poco a poco la fue consumiendo, mas no le impidió permanecer hasta el último momento al lado de los niños y de todas estas personas, que con tanto amor la recuerdan.
Hoy, María Luisa, reposa en el cementerio de Granada, (Nicaragua) donde ha querido quedarse para siempre.
Fueron días intensos de emoción y trabajo. Se arreglaron muchos de los tendejones en los que viven las familias en Malacatoya. Los jóvenes jugaron al fútbol con los pequeños, las chicas se dedicaron a las niñas, y las no tan jóvenes charlamos con muchas mujeres, auténticos pilares de la familia. Verdaderas heroínas que consiguen salir adelante, aunque muchas enfermen en el empeño. Trabajan en el arrozal, con el agua hasta la cintura. Los sueldos son mínimos. Son comunidades matriarcales. Al frente, las abuelas al cuidado de los niños La mayoría no saben leer ni escribir.
Estas personas que carecen de todo nos trataron como a sus familiares. Nos preparaban la comida, posiblemente restringiendo la suya para mostrarnos su hospitalidad. Es imposible no quererlos.
El Señor fue bueno con nosotros y nos proporcionó grandes alegrías en nuestra estancia en Malacatoya. Hasta una boda pudimos celebrar.
En medio de esta emocionante actividad, el recuerdo de Gaspar García Laviana se me hacía presente. Desconocía donde estaba enterrado, cuáles habían sido sus parroquias. Recabé información y una mañana me decidí a acercarme a Rivas, para visitar las localidades de San Juan del Río y Tola.
Al lado de la iglesia de San Juan del Río, un parque lleva el nombre del que fue su párroco y cuya imagen también ha sido reproducida en un mural en el que García Laviana aparece celebrando misa.
Terratenientes eran
Los que ahogaban tus pobres,
Los que ahogan mis gentes.
Y es el mismo Evangelio
Que te ardía en las manos
Más que el fusil inhóspito,
Amor exasperado, hermano mío:
Tus manos bajo el óleo
Sangrándote,
Llorándote los ojos cielo arriba.
(Pedro Casaldáliga)
Casi todos en San Juan del Río hablan con cariño del cura guerrillero. Lo mismo sucede en Tola donde se encuentra su tumba. Es un pequeño cementerio, muy cuidado, dedicado a un grupo de guerrilleros. Las banderas de la Revolución que ondean a la entrada, me parecen muestra evidente de que la figura del sacerdote está siendo utilizada por el gobierno y resulta inevitable pensar en el mismo interrogante que formula el catalán Pedro Casaldáliga; en su poema dedicado a García Laviana, cuando escribe:
Dime, Gaspar,
¿qué harías
si volvieras?
Nunca lo sabremos, pero sí conocemos lo que piensa, Ernesto de Cardenal, también sacerdote que se sumó a la Revolución. En recientes declaraciones asegura sentirse como un perseguido político. Y afirma que en Nicaragua se vive una dictadura. Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo -afirma Cardenal- son los dueños del país. La Justicia, el Ejército y la Policía están en sus manos.
Religiosas españolas con las que he podido hablar me comentaban que nunca Nicaragua había atravesado por momentos tan difíciles. El pueblo está totalmente indefenso. La policía hace lo que le apetece. Pueden detener a quien quieran sin ningún tipo de explicaciones.
La muerte de Gaspar no sirvió para nada, decía hace años su hermano, Silverio. Los jefes sandinistas, opinaba, se corrompieron y el pueblo sigue explotado.
Silverio García Laviana, también misionero del Sagrado Corazón, muerto hace once años, cuando le preguntaban por su hermano siempre decía: Yo nunca hubiera empuñado las armas, pero nunca juzgaré a mi hermano.
Recé ante la tumba de Gaspar García Laviana.
Al volver a nuestra actividad en Malacatoya y ver las necesidades de aquellas personas que no tienen agua, que colocan bolsas para recoger la de la lluvia pensé en todas las penurias y vejaciones que habrá contemplado el misionero guerrillero asturiano.
El viaje tocaba a su fin. La experiencia había sido enriquecedora. En la balanza pesaba mucho más lo recibido que lo aportado.
En el ánimo de todo el grupo, se palpaba el deseo de poder seguir ayudando a los habitantes de Malacatoya. Anhelo que probablemente pueda cumplirse ya que el Obispo de Granada (Nicaragua) don Jorge Solórzano Pérez y el Arzobispo de Granada (España) don Javier Martínez Fernández han decidido hacer un Hermanamiento entre las dos diócesis. La forma jurídica que puede crearse para sostener de manera básica las iniciativas en Granada España, es la de una Fundación Canónica, con sede en la ciudad de Granada, España. Cuyo nombre sería “Las dos Granadas”.
La amabilidad de las dos autoridades eclesiásticas nos permitió asistir al acto en el que se formalizó la firma del acuerdo.
El Canciller y Vicario Judicial, Marcial Guzmán, fue el encargado de leer el texto del Hermanamiento. No haría alusión a él de no ser porque al final del acto, cuando ya nos despedíamos, me comentó que era de Tola y que había sido monaguillo de Gaspar García Laviana, al que recordaba con cariño por las visitas que siempre hacía a su familia.
Camino ya del aeropuerto, al pasar por Tipitapa, pude ver que uno de los colegios públicos lleva el nombre del sacerdote asturiano. Una prueba más de que el recuerdo de Gaspar García Laviana, sigue vivo en Nicaragua.
María Teresa Álvarez
31 de agosto de 2019
La Nueva España