Los centros hospitalarios son el punto neurálgico de esta crisis sanitaria. Allí, se han vivido momentos intensos de atención a enfermos por el coronavirus, algunos muy graves. Es un lugar en el que la voz y presencia de una persona que acompañe en medio del dolor, la incertidumbre, el miedo y la angustia se agradecen profundamente. Una figura así es la de los capellanes sanitarios, que llevan el consuelo a los enfermos con gestos y palabras traspasados por la fe. Entrevista al Delegado de Pastoral de la salud y capellán en un hospital de Granada, D. Diego Antonio Molina, para quien la situación actual es una oportunidad de redescubrir muchas cosas que teníamos olvidadas, empezando por el agradecimiento a Dios por la vida.

– Cómo se está viviendo la situación.
Por parte de los otros capellanes, bien. Están todos al pie del cañón y con toda la ilusión de poder servir en estos momentos. Hay una situación muy complicada, muy difícil. Yo diría, como las autoridades sanitarias, que nos quedemos en casa y evitemos cualquier tipo de riesgo. Es lo más importante y fundamental. Por parte del personal, como unos héroes. Con mucho trabajo. Es momento de estar cerca de ellos, de agradecerle. Todo el personal sanitario están dejándose la piel, día a día, sin importarles nada. Trabajando a destajo.

– En medio de estas circunstancias y esta situación, cuál es el papel de los capellanes.
El mismo que hacemos siempre cuando venimos. Nuestra presencia, nuestra cercanía, nuestro apoyo con todas las personas que sufren. Y ahora, no solamente apoyamos a los enfermos, sobre todo también a los familiares. Apoyamos también al personal sanitario. Lo importante es que nos sientan cerca, que estamos juntos en esta tarea. Que vean a la Iglesia no como alguien alejado del sufrimiento, sino todo lo contrario. Son los momentos para, sobre todo, estar y acompañar, porque son los momentos más duros y más difíciles; para apoyar y para que sientan nuestra compañía, nuestro apoyo, nuestra oración, nuestro cariño, porque estamos con ellos. Estamos todos juntos en esta misma tarea de acompañar a los que más sufren y ahora en este momento tan especial.

– Hay sufrimiento y hay altas también. Cómo se viven esos momentos.
Como yo digo, el mejor día del hospital es el día del alta. Normalmente, los casos que están mejores lo están pasando en la casa. Y por supuesto que la población de riesgo es la más complicada. Hay altas y hay mucha esperanza, porque hay muchas ganas de trabajar juntos. Yo creo que esta circunstancia nos está haciendo ver y valorar muchas cosas y, sobre todo, descubrir que lo más importante son las personas y quizás lo más importante es la salud, que hemos perdido el tiempo en tantas cosas que no eran importantes. Y está uniendo a la gente mucho más que antes estaba unida. Y está siendo más solidaria. Sobre todo, descubriendo que hay esperanza. Esperanza en aquellos que salen.

– En el contexto de coronavirus que tenemos, cómo podemos ayudar a las personas, porque generalmente del ser humano sale lo mejor de sí mismo para ayudar a otros.
Quedarse en casa. Es fundamental. Es una emergencia sanitaria. Los sanitarios saben lo que tienen que hacer. La mejor obra de caridad ahora, la mejor manera de vivir la fe, incluso la mejor forma de celebrar la Eucaristía es quedarnos en casa. Hay muchos medios. En muchas parroquias se está poniendo los medios necesarios para ver la Misa por la tele, para rezar en familia; todo el mundo tiene móvil y acceso a internet. Ahora mismo, para mí, la mejor obra de caridad es quedarse en casa y rezar desde la casa para evitar el máximo contagio. Esa es la mejor manera de vivir la Eucaristía para mi ahora de vivirla, en esa Iglesia que es la familia, Iglesia doméstica, mientras esto esté. Quedémonos en casa, que es la mejor obra de caridad que podemos hacer.

– ¿Esta situación es una oportunidad para redescubrir nuevas cosas? Por ejemplo, el silencio…
Cualquier dificultad la podemos convertir en oportunidad. Primero, para valorar y agradecer todo lo bien que hemos vivido; para valorar y agradecer lo que es la Eucaristía, que tantas veces no queremos ir, estamos cansados…. Ahora tenemos muchas ganas de participar. Lo volveremos a hacer físicamente. Y para acordarnos de aquellos hermanos nuestros que esta situación no la están viviendo estos días, sino que la viven continuamente. Imaginemos los lugares de África. Y momentos de descubrir que Dios está con nosotros allí donde estamos, y nosotros con Él. Vamos a regenerar las relaciones en la familia, vamos a querernos, vamos a agradecer a Dios que estamos vivos. Y desde la fe, la fe nos va a ayudar. La fe ayuda siempre que se vive bien. La fe nos va a ayudar a pasar estos momentos, a acordarnos de los demás, a estar cercanos. Tenemos teléfono, podemos recuperar relaciones, volver a hablar con ellos. Sobre todo, orar, encontrarnos con nosotros mismos, que tal vez sea la dificultad, valorar lo que tenemos, agradecer y pueden ser momentos de conversión muy seria.

Paqui Pallarés
Directora de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada