2 Samuel 5, 1-3
Salmo 121
Colosenses 1, 12-20

Lucas 23, 35-43

El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había también por encima de él un letrero: “Este es el rey de los judíos”.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: ‘¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo´. Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino´. Jesús le dijo: ‘En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso´”.