Todo comenzó en una iglesia salesiana de Mérida, Venezuela. La mujer de Alexis colaboraba como catequista en la parroquia y había mucha faena. Movido por ella, decidió empezar a colaborar como catequista junto a su mujer. Después de un par de años allí colaborando, el párroco va y le dice: “tú eres un hombre casado, yo soy muy mayor y necesito ayuda. Ponte ese alba y me ayudas a repartir la Comunión”.
Aquello fue como una llamada. Ante el asombro de los parroquianos, Alexis salió a asistir al párroco durante la Misa y a repartir la sagrada forma. “Desde allí empezó en mí esa intriga y fue algo después que mi hermano me explica que hay una escuela de los nuevo ministerios”. Una escuela pensada para formar a hombres en las “órdenes menores” y en la que Alexis hizo sus estudios hasta el grado de diaconado, movido por esa “intriga”.
HOMBRES AL SERVICIO DEL ALTAR
Alexis lleva ya ocho años como diácono y su vida ha estado marcada desde entonces por el servicio a una parroquia concreta. Desde su ordenación diaconal, ha colaborado en parroquias en Venezuela, Panamá y España.
Se trata en realidad de un servicio que se remonta a los primeros siglos de la Iglesia. En los Hechos de los Apóstoles se narra ese episodio en la que los apóstoles se ven desbordados por la atención pastoral, y piden ayuda: “buscad entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo [de servir las mesas], mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra” (Hch. 6, 1-6).
La figura del diácono nace entonces y se ha mantenido a lo largo de la historia de la Iglesia, básicamente con esa misma tarea de servicio al altar y atención al obispo. En ese sentido, de entre sus funciones, un diácono permanente puede asistir matrimonios, bautizar, bendecir lugares, objetos o personas, hacer celebraciones de palabra, funerales o cualquier tipo de rito que no requiere que se celebre como tal la Eucaristía.
APROBADO POR EL OBISPO Y POR LA ESPOSA
Nadie puede ser, en realidad, diácono si el párroco no lo designa y tanto el obispo, por un lado, como la mujer, por el otro, no lo aprueban. “Tiene que haber una autorización por escrito de la esposa en donde refleja que ella está de acuerdo en que seamos parte del clero y nos den la institución diaconal”. La parroquia a la que le destinen suele estar, de hecho, cerca del lugar donde reside la familia.
Para Alexis, el orden diaconal y el sacramento matrimonial son dos ámbitos complementarios. “Sin el sacramento del matrimonio, el del diaconado sería vacío. El estar con mi esposa, el poder ver que estoy desempeñando una función dentro del clero, esa ayuda de parte de mi esposa ha sido un crecimiento para nosotros y un despertar que nos ha fortalecido como pareja, y también a cada uno”, nos cuenta.
Y AHORA, JUNTO A LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS
Desde que llegó a Granada junto a su mujer, Alexis se puso al servicio de la diócesis. Fue destinado a la Iglesia del Carmen, pero al poco fue llamado a colaborar en la Basílica de las Angustias, por la necesidad que había.
“El vicario, D. Blas Gordo, me sugirió que la Iglesia de las Angustias necesitaba ayuda, para bautizos y así lo estoy haciendo desde hace un año”. Además de eso, como en los primeros siglos, como diácono permanente está siempre llamado a servir en la Catedral junto al Arzobispo, siempre que hay celebración eucarística.
Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada