Hoy, 1 de noviembre, celebramos la festividad de Todos los Santos.
El día de hoy brinda la oportunidad de expresar gratitud por todos los beneficios y bendiciones que Dios ha derramado sobre aquellos que han habitado en esta tierra. Estos individuos, similares a nosotros en sus debilidades y fortalezas que provienen de Dios, son merecedores de nuestro reconocimiento y aprecio.
EL SIGNIFICADO DE ESTA SOLEMNIDAD
El significado de esta solemne celebración radica en el hecho de que la liturgia católica ha consagrado este día especial para recordar a todas las personas que, a pesar de sus debilidades y tentaciones, se mostraron dóciles a la influencia del Espíritu Santo y ahora comparten la gloria de Cristo. En este día, reflexionamos sobre el hecho de que los santos son aquellos hijos de Dios que vivieron su fe, esperanza y caridad siguiendo el modelo de Jesús, y que llevaron a cabo de manera sobresaliente las Bienaventuranzas, tal como se describen en el Sermón de la Montaña. Así, hoy celebramos el triunfo de todos aquellos que, con esfuerzo y, en ocasiones, incluso a costa de sus propias vidas, contribuyeron a la construcción del Reino de Dios, que se define como la edificación de una nueva civilización basada en la justicia, la verdad, la fraternidad y la libertad de los hijos de Dios, en armonía y paz.
ORÍGENES E HISTORIA DE LA FIESTA
La festividad tiene profundas raíces históricas. Sus inicios se remontan al siglo IV, cuando se comenzó a conmemorar a los mártires, una práctica compartida por varias Iglesias. Los primeros registros de esta celebración datan de Antioquía, donde se llevaba a cabo el domingo posterior a Pentecostés, una festividad mencionada por san Juan Crisóstomo. Entre los siglos VIII y IX, la festividad se extendió por toda Europa, y en Roma, específicamente, se estableció en el siglo IX, cuando el Papa Gregorio III (731-741) eligió el 1 de noviembre como la fecha de celebración, coincidiendo con la consagración de una capilla en San Pedro dedicada a las reliquias “de los Santos Apóstoles y de todos los santos mártires y confesores, y de todos los justos hechos perfectos que descansan en paz en todo el mundo”. En la época de Carlomagno, esta festividad ya era ampliamente conocida y celebrada.