Nació en Croth, en la región francesa de Normandía, donde su padre era el alcalde. A los 27 años se licenció en Medicina en París y ejerció su profesión en Saint-André-de l’Eure, donde estuvo tres años y medio y después en Ivry-la-Bataille. En este tiempo dejó a un lado sus sentimientos religiosos pero en lo profundo de su ser se sentía insatisfecho. Sucedió que yendo a visitar a una persona anciana enferma, la encontraba siempre leyendo el libro de la “Imitación de Cristo”, que insistió en prestárselo; su lectura le animó a la vocación religiosa y se dedicó a las obras de caridad.
En 1835 ingresó en el seminario de San Sulpicio de París. En 1840, recibió la visita de dos seminaristas, y con ellos discutió el proyecto de evangelización de los africanos, en particular de los esclavos negros liberados con la abolición de la esclavitud, proclamada en 1835; se conocía que las necesidades espirituales de toda esta gente eran inmensas y urgentes. De esta manera supo que Francisco Libermann, se había acercado a Roma para pedir la aprobación pontificia para fundar una sociedad formada por sacerdotes consagrados al apostolado entre estos esclavos liberados. Estos jóvenes que querían abrir misiones en Santo Domingo y en la isla de Reunión, para evangelizar a los negros, la Santa Sede aprobó la nueva Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María. Jaime, dejó su parroquia, e ingresó en la nueva congregación, y fue destinado a la isla Mauricio en 1841.
Estuvo solo hasta que en 1847, la isla pasó de dominio francés a dominio inglés, y le enviaron misioneros. Hizo un gran apostolado entre los negros, salidos recientemente de la esclavitud. La situación religiosa en la isla era dramática: había 140.000 habitantes, de los cuales el 75% eran esclavos liberados y de estos 90.000 eran católicos; en la colonia había sólo 9 sacerdotes, dedicados para cerca de 15.000 descendientes de colonos blancos. El Padre Laval se dedicó en seguida al apostolado de los negros, los cuales a pesar de estar bautizados no habían sido guiados pastoralmente; después de 15 meses de permanencia describió una situación moralmente trágica: en la isla estaba sólo para ocuparse de cerca de 80.000 negros, la corrupción era increíble, la mitad no estaba bautizada y los que lo estaban, vivían como paganos; pocos se habían casado por la Iglesia; afloraba la embriaguez; las jóvenes eran violadas por los patronos y jóvenes blancos. Los negros nacidos en la colonia se les llamaba “creoli” y eran corruptos, el pobre sacerdote se dirigía prácticamente a los prófugos provenientes de Madagascar y Mozambique.
En 1848 fue nombrado superior de la misión, y en 1859 pronunció sus votos perpetuos. Tuvo que combatir con los hacendados, que veían en su actividad apostólica, una pérdida de tiempo para el trabajo doméstico. Promovió la preparación de muchos catequistas; no faltó la incomprensión de parte de sus superiores. En París la Congregación del Inmaculado Corazón de María se había fusionado con la Congregación del Espíritu Santo y el nuevo Superior General pensaba que el Padre Laval y sus colaboradores eran “demasiado misioneros y poco religiosos”. A esto se añadía las dificultades continua provenientes del anglicano gobierno británico de la colonia y sobre todo del número insuficiente de misioneros para llevar aquella misión.
La línea del apostolado que seguía era aquella de subrayar que los negros son hijos de Dios y de afirmar la dignidad humana de su grey, excluyendo la tentación de fundar una “iglesia paralela” solamente para los negros; quiso que se comprendiera que junto a la prosperidad espiritual había que buscar también la material. Durante la epidemia de cólera de 1854-1857-1862, fundó numerosos hospitales, visitando a los enfermos donde quiera se encontraban. Sus esfuerzos de integración dieron sus frutos y en pocos años surgió una nueva clase social.
En 1856 le dio una apoplejía y ya no pudo llevar su misma actividad anterior. Murió en Port Louis, el mismo día de la festividad de san Pedro Claver, su gran inspirador en el apostolado con los negros, a los que sirvió con humildad y dedicación. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 29 de abril de 1979.