Fecha de publicación: 4 de agosto de 2021

Federico nació en Ghyvelde, diócesis de Lille, Francia, el 19 de noviembre de 1838, hijo de Pedro Janssoone y de María Isabel Bollengier, campesinos de buena posición económica, cristianos de profundas convicciones y padres de familia numerosa. En el bautismo le pusieron el nombre doble de Federico Cornelio.

A la edad de 10 años quedó huérfano de padre, y cuatro años más tarde, en 1852, recibió la primera comunión, después de una larga preparación. Realizó brillantemente los estudios elementales en el Colegio de Hazebrouck y en el Instituto de Ntra. Sra. de las Dunas de Dunquerque. Sintiéndose llamado al sacerdocio, ingresó en el seminario, pero pronto tuvo que dejarlo: su familia tenía que afrontar graves dificultades económicas y Federico comprendió que su obligación era ayudar a los suyos en tales circunstancias.

La madre de Federico falleció en 1861, cuando él tenía 23 años. La llamada a la vida religiosa franciscana se va haciendo cada más clara y apremiante en su espíritu, y en 1864, a la edad de 26 años, Federico entra en el noviciado de los franciscanos, en el convento de Amiens. Toda su vida recordará con entusiasmo el fervor de esta primera etapa de su formación franciscana. El 16 de julio de 1865, terminado el noviciado, hace la profesión simple o temporal. Seguidamente pasa a Limoges para cursar los estudios filosóficos, y luego es enviado a la Escuela teológica de Bruges. El 26 de diciembre de 1868 Federico hace la profesión solemne, y más tarde, el 17 de agosto de 1870, recibe la ordenación sacerdotal.

El Padre Federico es llamado pronto a prestar su servicio como capellán militar durante la guerra franco-prusiana. Terminada la guerra es enviado a Branday, y después a Burdeos a fundar un nuevo convento; aquí ejerce un intenso y fecundo apostolado sacerdotal y religioso. Después fue trasladado a París, como bibliotecario del convento. Y allí termina la etapa francesa de su vida.

En 1876 cambia el rumbo de la vida del Padre Federico. En efecto, ese año marcha a Tierra Santa, la patria de Jesús, y allí permanecerá, en una primera etapa, hasta 1881, desempeñando el oficio de Vicario Custodial. En ese año de 1881, es enviado por la Custodia de Tierra Santa a Canadá para interesar a los fieles en el apostolado y demás obras que desarrollan los franciscanos, y recoger limosnas en favor de los Santos Lugares. Pero al año siguiente, 1882, termina su primera estancia en Canadá y regresa a Tierra Santa, donde permanecerá hasta 1888.

Durante esta segunda estancia suya en Palestina, aparte el servicio prestado en diversos santuarios, se reveló, en la gestión de asuntos complejos, como un diplomático hábil y digno, lleno de tacto y rectitud. Y así, a él se deben los Reglamentos del Santo Sepulcro y de Belén. Junto a este Santuario construyó la iglesia de Santa Catalina, parroquia de los católicos de Belén, aprovechando estructuras de una iglesia anterior, más pequeña.

En junio de 1888 llegó el P. Federico a Canadá, lleno de entusiasmo y de proyectos, confiando en la divina providencia, y allí permaneció hasta su muerte, sin volver ya más al País de Jesús, aunque no cesará de trabajar para él en su calidad de Comisario de Tierra Santa. Al principio se estableció en Montreal, pero poco después se trasladó a Trois-Rivières, donde emprendió la tarea de restaurar la vida y las actividades apostólicas que los franciscanos comenzaron en Canadá el año 1615.

Los 28 años que pasó el P. Federico en esta segunda etapa en tierras canadienses, pueden dividirse en dos períodos: 1888-1902 y 1902-1916.

El P. Federico murió en Montreal el 4 de agosto de 1916 a la edad de 77 años; su cuerpo fue trasladado a Trois-Rivières. De inmediato el pueblo sencillo, que tiene sentido de lo religioso, empezó a venerar al “buen P. Federico” como verdadero Siervo de Dios. Y el papa Juan Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988.