Fecha de publicación: 24 de marzo de 2022

María Karlowska había nacido en 1865 en una familia muy religiosa y también muy numerosa (ella era la undécima hija). A los 17 años quedó huérfana de ambos padres, y va a Berlín a realizar un curso de costura, para empeñarse luego en el negocio de costura de una de sus hermanas.

Aunque no tenía aun resuelto ingresar como religiosa, a esa edad comienza a servir a los enfermos y pobres, y hace un primer voto informal de castidad. Es diez años más tarde, a los 27 años, que tiene un encuentro decisivo para su vida: conoce a una prostituta, y con ello se enfrenta a la degradación de estas jóvenes que caían en ello por la pobreza y la falta de medios y oportunidades. Todas sus energías estarán a partir de allí dedicadas a esta cuestión.

Abre una casa de acogida, y se le unen algunas compañeras en esta tarea de ir al rescate de la oveja perdida, de donde sale el nombre de la Congregación: “Pastorcitas de la Divina Providencia”. Se calcula que fueron unas cinco mil mujeres las que fueron a lo largo del tiempo acogidas por Madre María Karlowska, y recibieron en la casa no sólo acogida, sino un oficio, y ayuda para formar una familia. Muchas llegaron luego a ser madres, otras permanecieron como religiosas de la misma congregación.

María Karlowska fue calificada por Juan Pablo II como una “auténtica samaritana” entre las mujeres que sufrían una gran miseria material y moral. Su santo celo atrajo en seguida a un grupo de discípulas de Cristo, con quienes fundó la congregación de las religiosas Pastorcitas de la Divina Providencia. Estableció para ella y para sus religiosas la siguiente finalidad: “Debemos anunciar el Corazón de Jesús, es decir, vivir de él y en él y para él, de modo que lleguemos a ser semejantes a él y que él sea más visible en nuestra vida que nosotras mismas”.

Su entrega al Sagrado Corazón del Salvador dio como fruto un gran amor a los hombres. Sentía una insaciable hambre de amor. Según la beata María Karlowska, un amor de este tipo nunca dirá basta, nunca se detendrá en el camino. Era precisamente esto lo que le sucedía, porque estaba impulsada por la corriente del amor del divino Paráclito. Gracias a ese amor, devolvió a muchas almas la luz de Cristo y les ayudó a recuperar la dignidad perdida.

Madre Karlowska murió en 1935, a los 70 años de edad, pero su obra perdura en medio del mundo.