Fecha de publicación: 12 de marzo de 2022

Nació como la hija de unos campesinos pobres polacos en la región de Siepraw en 1881, siendo la menor de nueve hermanos. Creció desnutrida, débil y enfermiza, era un tanto desobediente y caprichosa. Hizo los dos años de escuela posibles en el lugar, y aprendió a leer, aunque para escribir no tenía buena ortografía. Piadosa, aficionada a leer buenos libros. A los doce años comenzó a trabajar al servicio de vecinos en oficios de hogar.

Con 16 años se trasladó a Cracovia por trabajo, donde ya residía su hermana Teresa. Esta le ayudó a conseguir su primer empleo. Ingresó a la Asociación de Santa Zita de las empleadas de hogar. En los primeros tiempos era vanidosa y frívola, y no muy piadosa, y mientras su hermana, según ella, iba de afán camino del cielo, ella también quería llegar, pero “despacito”. Sin embargo, siguió fiel a sus prácticas de piedad, y a sus deberes religiosos, quizás un tanto rutinariamente. Los consejos de su hermana y la prematura muerte de ésta, la movieron a cambiar de conducta y a tomar más en serio su vida. Bajo impulso sobrenatural abandonó la frivolidad en sus diversiones y en su apariencia personal.

Comenzó a progresar en la piedad, poco a poco se fue corrigiendo hasta llegar a convertirse en consejera de sus compañeras. Con cierta frecuencia visitaba a su familia. Pensó algún tiempo en ingresar a un monasterio. Después de consultarlo con su confesor, hizo voto de castidad perpetua. Poco a poco comprendió que su vocación era sufrir con Cristo y la aceptó resueltamente, pero consciente de su debilidad. Oraba largamente ante el Santísimo Sacramento y leía libros de mística tomando notas de los puntos prácticos que hallaba.

Su confesor estable, cansado de las intrigas de personas envidiosas, e inclusive de las calumnias movidas contra Angela, se negó bruscamente a atenderla en confesión, y públicamente la sacó de la fila del confesionario. Una mujer, en plena iglesia, le dio una bofetada; ella soportó pacientemente estas dolorosas humillaciones. La señora en cuya casa trabajaba, enfermó gravemente y murió, asistida por Ángela. Después de esto, dos parientas del viudo pasaron a vivir con él, y comenzaron a hacerle difícil a Ángela la vida y el trabajo. Al sentirse abandonada, de repente siente que Jesús le dice: “¿Hija, por qué te preocupas? Yo no te he abandonado”.Toma como director espiritual a un padre jesuita, el cual la acompaña en su proceso hasta el fin. Para seguir más de cerca de Cristo pobre y crucificado, se hace terciaria franciscana el 15 de marzo de 1912, y hace su profesión el 6 de agosto de 1913.

Mientras dispone de trabajo, ayuda a los enfermos en los hospitales, a los pobres y a sus compañeras necesitadas. En el otoño de 1916 es expulsada del trabajo, acusada de ladrona. Las enfermedades la agobian, la necesidad la acosa, y las envidiosas la persiguen, insultan y calumnian. Consigue algunos trabajos pasajeros, pero en mayo de 1917 ya no puede trabajar más. Decide irse a vivir sola, logra alquilar una pequeña habitación dónde vivir. Allí, en medio de los sufrimientos, tiene algunas visiones de Jesús que la conforta, pero también la corrige.

En octubre de 1920, participa con ayuda de sus compañeras en una peregrinación a Chestochowa, que ellas organizaron para orar a la Virgen de Jasna Gora. A finales de 1920 hasta casi mediados de 1921 sufre terribles dolores, con crueles tentaciones de desesperación, ella acepta todos sus “queridos tormentos”, para unirse a Cristo en su pasión. Cristo la conforta con algunas visiones, pero luego viene otro período de tentaciones diabólicas, sugestiones alternativas de desesperación y de orgullo y presunción. Por fin viene una última etapa de consolación, y finalmente muere con una envidiable paz del corazón el 12 de marzo de 1922.