Según algunas deducciones y testimonios se presume que nació el 26 de julio de 1604, como la cuarta de ocho hermanos. La pequeña Ana fue entregada a las religiosas catalinas a la edad de 3 años para su educación e instrucción.
La estrecha relación de Sor Ana de los Angeles de Monteagudo con las almas del purgatorio le otorgaron un misterioso don de consejo y profecía, generalmente fueron de carácter necrológico. Predijo enfermedades de algunos de sus allegados. Para algunos predijo la cura, para otros, la inevitable muerte. Estos anuncios muchas veces fueron tomados con rechazo, desconfianza e incredulidad por las personas que de una u otra manera eran afectadas. Las personas que la conocieron personalmente llegaron a señalar un total de sesenta y ocho predicciones todas cumplidas, realizadas por la venerable monja.
Los últimos años de la venerable monja catalina transcurrieron en la oscuridad de la ceguera. A pesar que no existía ningún remedio eficaz para calmar sus terribles dolores, aceptó con toda humildad lo que el Señor le tenía preparado, siendo modelo de una entrega superior y de una plena y total confianza en Dios.
Antes de ser sepultada Sor Ana, un pintor captó sus facciones en un retrato, que es el único y verdadero testimonio gráfico que de su rostro ha quedado para la posteridad, ya que en vida evitó tan mundana gala. El pintor había concurrido al Monasterio pese a que en esos días estaba afectado por fuertes dolores e incluso de una hinchazón generalizada de su cuerpo. Apenas concluyó de pintar el retrato de la venerable monja, en un pequeño lienzo y mientras salía por la portería, sanó completamente y de inmediato la enfermedad que lo había afectado en los últimos días, desapareció.
Sor Ana de los Angeles falleció el 10 de Enero de 1686. No fue necesario embalsamar su cuerpo, al parecer, por el buen olor que despedía. Fue enterrada en el piso de tierra del Coro del templo del Monasterio.