ntNació siendo el sobrino del Papa Marcelo II y acabó como cardenal. Está claro que la familia de Roberto Belarmino fue de gran ayuda en su camino de santidad. Elocuente resultan las palabras que de él dijo el rector del colegio donde estudiaba con diecisiete años: “es el mejor de nuestros alumnos y no está lejos del Reino de los Cielos”. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560.

Además de ejercer el magisterio, predicaba con frecuencia y el pueblo acudía en masa a sus sermones. Su provincial, el P. Adorno, que le oyó predicar un día, le envió inmediatamente a la Universidad de Padua para que recibiese cuanto antes la ordenación sacerdotal. Roberto se entregó ahí nuevamente a la predicación y al estudio; pero al poco tiempo, el padre general, San Francisco de Borja, le envió a Lovaina a proseguir sus estudios y a predicar en la Universidad, para contrarrestar las peligrosas doctrinas que esparcía el canciller Miguel Bayo y otros.

Corrían los años difíciles de la Reforma y Belarmino se convertiría en una de las figuras clave más determinantes de la respuesta de la Iglesia. Fue el primer jesuita sacerdote en ocupar una cátedra en la Universidad de Lovaina. Belarmino sabía hablar al corazón de su gente y no cedió nunca a los ataques personales, el cinismo o el desprecio de aquellos a quienes refutaba.

Siempre de delicada salud, Belarmino fue llamado de vuelta a Italia para ocuparse de su labor apologética desde la Universidad Gregoriana. Allí escribió sus famosas “Controversias” en donde explica la posición católica ante los errores de los protestantes (luteranos, evangélicos, anglicanos, y otros.). Los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellas los argumentos que necesitaban en un tiempo bastante complicado.

Era conocido y estimado por otras figuras como San Carlos Borromeo, San Francisco de Sales, San Francisco de Borja o San Luis Gonzaga. Tras años en la Universidad Gregoriana, Belarmino acabó en Roma trabajando como teólogo de Clemente VIII. Por expreso deseo del Pontífice escribió sus dos célebres catecismos para gente sencilla, que se mantuvieron vigentes hasta el s. XX.

San Roberto entró en los Jesuitas porque estos tenían un reglamento que prohibía aceptar cargos en la jerarquía. Sin embargo, por obediencia al Sumo Pontífice, muy en contra de sus deseos personales, llegó a ser el único obispo y cardenal de los jesuitas en ese tiempo en 1598.

Polemizó también con el rey Jaime I de Inglaterra contra su negación a los derechos temporales del Papa y fue amigo de Galileo Galilei, a quien dedicó uno de sus libros.
Cuando su vida tocaba a su fin, San Roberto obtuvo permiso de retirarse al noviciado de San Andrés, Roma, donde murió a los setenta y siete años, un 17 de diciembre de 1621.