Elaborado por la Pastoral Bíblica.
Iniciamos nuestra Semana Santa con el preludio que nos trae este domingo de Ramos, que anticipa lo que va a ir desarrollándose a lo largo de la misma. Jesús va a entrar en Jerusalén aclamado como Mesías Rey. Sin embargo, el mesianismo de Jesús y su realeza parece no coincidir con la concepción que tienen del mismo sus contemporáneos. Jesús es un Mesías sufriente como el siervo que proclama Isaías, y su título de rey lo encontramos en la inscripción de una cruz. En realidad, la muerte de Jesús no es más que la consecuencia de cómo ha vivido su vida. Los signos y las palabras del Reino que ha anunciado amenazan el sistema político y religioso de su tiempo. Por eso deciden matarlo. Hoy escuchamos la pasión según el evangelista de la misericordia que le dará su “propia pincelada”. Abrámonos con oídos nuevos a escuchar la Palabra.
El Señor me abrió el oído (Is 50,4-7)
Hoy la liturgia nos propone como primera lectura, el texto del tercer canto del siervo de Yahvé que aparece en el Deuteroisaías (40-55), también llamado el “libro de la Consolación”. A lo largo de estos días se van a ir leyendo los cuatro cantos (42,1-9; 50, 4- 11; 52, 13-53,12). Todos ellos se refieren a un personaje misterioso que en nuestro relato presenta su vocación de profeta: se le abre el oído para estar atento a la escucha de la Palabra del Señor y se le inspira la palabra para alentar a otros (4- 5a). Es consciente que su misión no va a estar exenta de sufrimiento y lo acepta pacientemente sin resistirse, como parte de la misma: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos” (5b-6). Sin embargo, la persecución no le ha hecho perder su confianza en Dios, fuente de su salvación y de su justificación. En medio del sufrimiento experimenta la ayuda del Señor que lo hace fuerte en medio del dolor.
La identificación del siervo parece orientarse hacia el mismo profeta, cuya misión consiste en aliviar al afligido mediante la palabra. La comunidad cristiana vio anunciada, en este personaje, la figura de Jesús de Nazaret.
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 22,14-23,56)
La pasión en el Evangelio de Lucas sigue el relato narrativo de Marcos, pero con una serie de notas propias. Por un lado, añade algunos episodios, como la escena de Jesús ante Herodes (23,3-12), las mujeres camino del calvario (23, 27-319) o los dos ladrones en la cruz (23,39-43); y por otro, introduce esa dimensión de amor misericordioso tan propio del Jesús del tercer evangelio: cura la oreja de uno de los que ha ido a detenerlo (22,51), perdona a los que lo crucifican “porque no saben lo que hacen” (23,34) y ofrece la recompensa en el paraíso al buen ladrón al ver la bondad de su corazón (23, 43). Con ello nos invita a hacer el bien y a regalar el perdón hasta el final de nuestra vida. La pasión nos presenta cuatro grandes partes:
a) ÚltimacenadeJesúsconsusdiscípulos(22,14-38)
b) Tentación-oraciónenelmontedelosolivos,preludiodelapasión(22,39-46) c) ElprocesodeJesús(22,47-23,49)
d) EjecucióndelasentenciaysepulturadeJesús(23,26-56)
Como no podemos hacer un comentario exhaustivo de los textos voy a señalar dos momentos: el testamento vital de Jesús después de la cena, donde se agrupan una serie de enseñanzas significativas para la comunidad y la crucifixión de Jesús junto a los dos ladrones, texto especifico de Lucas.
Testamento de Jesús
En el contexto dramático dónde Jesús anuncia que va a ser traicionado, en la conversación de la sobremesa, el Maestro deja su testamento vital enseñando a sus discípulos algunos aspectos a guardar y conservar, y que tienen relación tanto con la vida común como con la misión. En primer lugar, muestra como el servicio y la fidelidad tendrán que ser rasgos distintivos de aquellos que se saben sus discípulos: “No así entre vosotros, el mayor entre vosotros sea como el menor y el que gobierna como el que sirve…Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,24-30). En segundo lugar, les advierte sobre la misión de la comunidad, ahora que la de Jesús llega a su fin, se desarrollará en circunstancias difíciles, al igual que ha sido la del Maestro: “Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una” (22, 35-38).
Crucifixión de Jesús
Jesús aparece en la escena de la cruz entre dos malhechores. Desde la cruz, y en medio de una soledad dolorosa, ora al Padre para que perdone a aquellos que tanto mal le están haciendo. La razón que le da al Padre es que “no saben lo que hacen”. Su ignorancia los lleva a cometer tal abominación. El amor misericordioso de Jesús en el evangelio lucano, alcanza aquí su máximo esplendor: perdonar a los que te están quitando la vida y vislumbrar en ello un atenuante: su ignorancia. La tensión dramática y la indignación del lector va “in crescendo” cuando tras el perdón, gesto máximo de amor, se suceden las burlas irónicas del pueblo y los soldados: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo… Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
Junto a él aparecen dos ladrones crucificados, uno a la derecha y otro a la izquierda, con dos actitudes muy diferentes. El primero, parece hacerse eco de las burlas del resto: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Mientras que el otro, se alía con Jesús, consciente de su inocencia: “Este no ha hecho nada malo”. Pero el ladrón, no solo reconoce la injusticia que se está cometiendo con el inocente, sino que da un paso más y en aquel justo “colgado” reconoce su realeza, su poder salvador, por eso le hace una petición: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”, a la que el Maestro responde sin dilación: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.
La respuesta de Jesús no sigue la concepción judía de la vida más allá de la muerte. Jesús le ofrece “hoy” su Reino. La muerte de Jesús marca el inicio del hoy pascual, un nuevo tiempo de salvación inaugurado por la muerte y la resurrección de Jesús, una “nueva existencia resucitada con Cristo” (Rm 6,4-5; Flp 3,10-11).
La Palabra hoy
Las lecturas de este domingo nos presentan dos personajes, el siervo de Yahvé y el mismo Jesús, cuyo itinerario vocacional está marcado por dos direcciones, una que va hacia Dios con la escucha atenta de su Palabra, y otra dirigida hacia los hermanos, para transmitirles palabras de aliento, de vida, de esperanza, especialmente a los que más las necesitan. Sin embargo, esta doble fidelidad no les conduce precisamente a un camino de éxito o triunfo, sino más bien de persecución y de sufrimiento. También para nosotros, seguidores de Jesús, esta doble fidelidad no es fácil y puede traer consecuencias, ¿estamos dispuestos a asumir la vida y el proyecto de Jesús de Nazaret?
Carmen Román Martínez, OP