El pasado día 9, en la parroquia de La Inmaculada, donde está su cripta y acudieron miles de devotos para rezar por su intercesión.
Una semana después de la celebración del patrón san Cecilio en la Abadía del Sacro Monte, otro templo muy señalado en nuestro calendario litúrgico diocesano acogía la devoción el beato fray Leopoldo de Alpandeire. Hasta la parroquia de La Inmaculada se acercaron miles de granadinos a lo largo del domingo día 9, fiesta litúrgica de fray Leopoldo, para venerar y orar su intercesión en su cripta, donde descansan sus restos.
Beatificado el 12 de septiembre de 2010, la devoción a fray Leopoldo se extiende más allá de Granada, especialmente en toda la región andaluza.
Los granadinos ofrecieron su ofrenda al beato en forma de flores y participaron en las distintas Eucaristías que se celebraron en su iglesia, cuyo altar estaba presidido por una Imagen en grandes dimensiones del beato, convertido en un altar de oración por cuantos pasaban ante él. Entre ellas, fue la Santa Misa oficiada por el arzobispo Mons. José María Gil Tamayo y concelebrada por los sacerdotes vinculados a la parroquia de la Inmaculada y a la Orden franciscana Capuchina.
Con la asistencia de numerosos fieles, el arzobispo recordaba la figura del beato, que fue limosnero por las calles de Granada y aún se recuerda con viveza su sencillez y su oración constante de tres aves marías.
“Él, desde esa sencillez del Evangelio, demostró en la pobreza de su propia condición, de un fraile que vive al ejemplo de su maestro Francisco de Asís, que imitó como nadie a Cristo sufriente, a Cristo pobre. Él se dio en permanente generosidad a los demás. Él fue paño de lágrimas de tantas y tantas familias. Por eso, este santo escucha tanto. Por eso venimos con confianza, con fe, a decirle también nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, pero, sobre todo, nuestros sufrimientos, nuestras enfermedades, para que nos eche una mano, para que reparta entre nosotros ese pan de la curación”, señaló Mons. Gil Tamayo en su homilía en la Eucaristía.
“Os he dicho que Fray Leopoldo es intercesor. Pero Fray Leopoldo también es modelo, no sólo es protector, es modelo. Y él puede decir como san Pablo, que ‘sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo’. Y no es cuestión de meterse a fraile, ojalá haya muchas vocaciones, sino imitar lo que él hizo, fundamentalmente, que es amar”, subrayó el arzobispo, quien también recordó la devoción del beato a la Madre de Dios, en su advocación de Divina Pastora.