¿Cuándo diría que empezó toda su historia en relación a la liberación de los trabajos forzados?
Hace cincuenta años, en 1967 y fue en realidad incidental. Sucedió en Lahore, la segunda ciudad más grande de Paquistán. Yo no estaba al tanto de la esclavitud, no sabía que existía esta forma de vida miserable. Mi familia era de clase media baja. Nosotros íbamos a la escuela, teníamos de todo. La sociedad paquistaní consideraba, pensaba y creía que este tipo de vida está creada por Dios y que la gente que vive bajo estas condiciones es culpable de ello.
¿Qué le hizo a usted tener otra mentalidad al respecto y que las cosas podían ser de otra manera?
Fueron dos lágrimas. Conocí a un hombre mayor, de unos 80 años, medio ciego, que estaba de pie en la acera cerca de donde tenía la oficina en Lahore y yo advertí que quería cruzar una de las calles más concurridas de la ciudad. Yo intenté ayudarle y cuando intenté ayudarle me dijo: “por mí, ojalá muriera aquí y ojalá desapareciera en el polvo”. Al principio no entendí sus palabras, hablaba muy despacio y en un dialecto muy distinto al mío. Su nombre era Baba Kulah. Y cuando vi las lágrimas en sus ojos me di cuenta de que se trataba de un tema serio y muy doloroso. Él dijo que era cristiano, y le dije que veía que no estaba bien y que si por favor podía presentarme a otra persona que pudiese explicarme mejor la situación pero quería ayudar y entonces le dije que buscáramos alguna persona que pudiera ayudarnos a resolver la situación. Me dijo que no era posible, “si ahora regreso, mi dueño me matará o me venderá porque él ha secuestrado a mis dos hijas y las ha violado en grupo”.
Lo que hice fue pues intentar liberar a su hija. Primero, fui a hablar con la policía pero no me hicieron caso, e intenté con alguno de mis compañeros apelar a policías de mayor rango e incluso del ejército para intentar resolver la situación. El problema era que el dueño de esta fábrica era un parlamentario del gobierno del dictador Zia-ul-Haq, por tanto no se podía hacer nada contra él. Pero mi compañero era algo famoso y le dijo que si no empezábamos a actuar ahora, sería imposible hacer nada contra ellos. Entonces yo creo que el oficial de policía no pudo soportar la presión psicológica y ayudó a liberar a las hijas de este trabajador.
Fue el primer caso de liberación de un esclavo en la historia de Paquistán, que seguía el mismo sistema que en India. Porque el sistema de esclavitud está enraizado junto al sistema de castas hindú. El ser humano está dividido en varias castas: algunos trabajan, otros mandan y otros están incluso separados de la condición de ser humano, pensando que son como animales, se les llama parias.
Entonces, cuando estas mujeres fueron liberadas, la noticia se extendió como la pólvora y brilló cierta luz de esperanza para todas estas personas. Tanto fue así que al día siguiente se acercaron a verme unas cien personas entre hombres, mujeres y niños. Venían sin zapatos, sin ropa decente. Sus rostros expresaban miedo y hambre. Me dieron las gracias por haber liberado a sus amigas y cuando les despedí, me impactó la idea de que esta gente probablemente no había sido escuchada durante siglos y de que había estado esperando toda una vida para poder haber sido escuchada.
Les dije que seleccionasen a algunos líderes de entre el grupo y que junto trataríamos de luchar. Me dijeron, “pero, ¿qué estás diciendo? Nosotros no tenemos ningún derecho de elegir a nadie, hemos nacido para trabajar, no para decidir ni pensar”. De este grupo, un noventa por ciento de ellos eran cristianos, aunque muchos estaban sin bautizar.
¿Cómo puede ser que se dijesen cristianos y no estuviesen bautizados?
Cuando se convirtieron al cristianismo, pensaron también que si las clases dirigentes británicas eran cristianas les darían un trato distinto y llegarían a alcanzar una vida mejor por el hecho de ser cristianos. Entre las clases es cierto que había varios que también se habían convertido al cristianismo, pero también los británicos no estaban interesados en la gente pobre, sino en la pudiente. Así que se convirtieron en cristianos de clase baja sin dejar de ser esclavos.
Usted se dice musulmán. ¿Podría explicar de algún modo en qué consisten sus creencias como musulmán para alguien que no lo conozca?
Yo nunca trato de discutir sobre las preferencias religiosas. Cada persona tiene su propia voluntad y libertad para elegir cualquier religión. En mi lucha yo he estado más cerca de los cristianos más que de ninguna otra religión. Iqbal Masih era cristiano, fue acogido en mi casa, comíamos juntos, mis hermanas cuidaban de él, le limpiaban su ropa… En mi casa teníamos todos los libros santos: la Biblia, el Corán, el Bhagavad-Gita… No había ninguna obligación de que leyésemos un libro u otro. Aquello no era muy normal por aquel entonces.
Después, cuando liberé a millones de estos esclavos en 1988, el 85% de ellos eran cristianos y me llegó una instancia desde Arabia Saudí diciéndome que debía de convertirlos al islam. Les dije que aquello no era mi deber, que tenían su propio deseo y voluntad, y que mi lucha era en favor de su sustento económico, de su vida como hombres, de su libertad. El hombre no debería de ser esclavo, bajo ningún aspecto: psicológicamente, físicamente o por trabajo.
¿Cómo ha sido capaz de liberar a tanta gente?
Nunca ha sido fácil. Durante este tiempo me he enfrentado a muchos problemas. Salvo mis hermanas, mi padre y mi madre, la sociedad entera estaba contra mí. Solamente los esclavos estaban conmigo, pero tampoco tenían confianza en ellos mismos. Su única certeza era que yo no les iba a vender.
Cada círculo vital estaba en mi contra. Para empezar, los cristianos: sacerdotes, la iglesia paquistaní, etc. Cuando hablé de liberar a los esclavos me dijo que yo estaba en contra de la Biblia, porque la Biblia dice que la persona debe de obedecer a aquel que les da de comer y está bajo su custodia. Los musulmanes me dijeron que estaba vulnerando el Corán, porque está relacionado con la creencia de que Dios da su favor a unos y no a otros. Los hinduistas me dijeron que iba contra el Gita, porque este sistema está basado en viejas tradiciones que componen su credo. Los tribunales alegaron que no se podía hacer nada puesto que esto venía de antiguas tradiciones y que no había una ley específica para ello. La autoridad me dijo que yo era una persona problemática. Los intelectuales me dijeron que estaba perdiendo el tiempo y que era un comunista, les pregunté, “¿por qué?”, me dijeron que estaba creando un sistema de clases; y los comunistas me dijeron que era antirrevolucionario, les pregunté, “¿por qué?”, y contestaron que al liberar a esta gente estaba socavando la revolución, haciendo disminuir el odio común y retrasando la revolución.
Aparentemente no había esperanza. Sin embargo, cuando era niño yo leí un libro, El viejo y el mar, de Hemingway. Aquello fue mi fuente de inspiración, y seguí adelante. Del mismo modo, una buena fuente de información fue la Biblia, pues cuando empecé mi lucha no tenía ninguna idea de cómo luchar contra la esclavitud. Miré en bibliotecas pero no vi nada. Había por ejemplo información sobre cómo hacer ladrillos pero no sobre los trabajadores del ladrillo. Un día estaba hablando con mis compañeros y un viejo colega, sentado en una esquina, empezó a gritar: “¡Moisés, Moisés, Moisés!”. Yo no entendía nada. Y siguió: “mi abuelo me dijo que hubo un gran hombre, Moisés, que liberó a los esclavos de Egipto”. Me dijo entonces que aquello estaba escrito en la Biblia. Fui al sacerdote y me dio que no tenían una Biblia, así que me fui a la librería, me compré una y empecé a leer el Éxodo, desde el capítulo 5 al 20, que son maravillosos. Aquello abrió mis ojos como un microscopio al respecto de este tipo de esclavitud. Nunca tuve miedo.
Con respecto al problema de la esclavitud de la industria textil, ¿de qué forma piensa que la gente se hace poco consciente al respecto de este problema?
Es muy sencillo, sin educación. Sin educación no es posible.
¿Por qué Jesucristo aceptó la crucifixión? Porque sabía la verdad no puede morir. Sabía que una persona puede morir, pero que la verdad permanece. Si una persona comprende que su prioridad es defender la verdad, nunca será vencida. A mí me han atacado muchas veces. Legalmente me han arrestado y penado con cárcel. Nunca me importó. Lo perdí todo: mi casa, mi dinero, mi país… pero estoy contento. Y hoy, miles de personas se dan cuenta de dónde está Paquistán y donde está España. La Universidad de Salamanca está luchando y se dieron cuenta hace años, y empezaron a trabajar desde las escuelas.
Mira, yo soy musulmán, pero te voy a enseñar algo (dice, mientras saca un rosario con un crucifijo de su bolsillo). Yo veo esta cruz como la Historia, como la forma en la que se dan las historias. Hay cuatro tipos de personas (dice, señalando las cuatro esquinas de la cruz), cuatro tipos de personas a lo largo de toda la historia. Todo tipo de personas: musulmanes, cristianos, todos. Un tipo es la gente luchadora, como Jesucristo, otra gente es la que anda detrás del dinero, como Judas; otra es como Pedro, que se esfuerzan pero no son constantes o cambian si ven que su vida está en peligro, y luego había otras once amigos que estaban con Jesucristo cuando estaba vivo, pero que desaparecieron cuando lo mataron. Así que este carácter se dio entonces y sigue siendo así. Y esto es verdad.
Así que, esto significa que, cuando hablo con los profesores, si hay un profesor que cambia a uno o dos alumnos, es algo importante, pues estos cambiarán a alguien más. De este modo, esta luz se conserva. Y la lucha es larga.
Mi mente no está aun satisfecha. Creo que aun la lucha sigue siendo necesaria. No sé cuanta gente lo comprenderá, pero en mis cincuenta años de experiencia, veo que está creciendo, no muriendo. El cambio sucederá. Tarde o temprano.
Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada