El cristianismo es lo que Dios hace por nosotros, que nos ha entregado a Su Hijo hasta la muerte. Lo vamos a recordar la semana que entra. Y hasta la muerte es hasta la muerte. Él mismo dirá: “Nadie me quita la vida, Yo la doy porque quiero”. Hoy, el Evangelio explicaba mejor que ningún otro evangelio por qué mataron a Jesús: porque perdonaba los pecados a la gente y decían “¿quién puede hacer eso mas que Dios?”. Luego es verdad que hacía toda una serie de signos y de milagros, pero, como en la parábola del rico aquel y el pobre, “si no creen a los profetas, tampoco van a creer aunque resucite un muerto”. Y es verdad. Dios no ha querido nunca imponernos la fe, forzando nuestra razón y nuestra inteligencia. Dios se muestra a nosotros y nos deja el espacio para poder decir que “sí”. Pero, ¿por qué se llama Evangelio el Evangelio? ¿Cuál es la Buena Noticia? Que Dios nos quiere y nos conoce. Nos conocía antes de que naciéramos y antes de que nacieran nuestros tatarabuelos y nuestros bisabuelos. Nos conocía a cada uno. Hay una de las frases más bonitas en el Evangelio: “Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados”. Ni vuestra madre, ni la persona que más os pudiera querer en este mundo es capaz de contar a ninguno de nosotros los cabellos de nuestra cabeza. Pero que el Señor diga eso… Como dice otro pasaje del Antiguo Testamento, que también es precioso: “El universo entero es una mota de polvo en la palma de Tu mano”. Todo ese cielo maravilloso que podemos disfrutarlo y verlo cuando no hay luces, es una mota de polvo en la palma de Tu mano.

¿Cuál es la experiencia más bonita que tenemos los seres humanos de la vida? El amor. Pero la capacidad de amar es lo que nos hace imagen de Dios, de recibirlo y de darlo. No vamos a entrar aquí en cuáles son nuestras diferencias con los animales, pero una muy grande es justamente eso. Somos capaces de dar la vida. Somos capaces de perdonar y somos capaces de prometer. Todo, de una manera o de otra, por el amor. ¿Qué celebramos los cristianos? Que ese amor para el que estamos hechos, a veces, si hemos recibido mucho daño en nuestra vida, hay personas que no desean amar pero es porque su corazón está herido y, si no estamos heridos, todos deseamos amar. Pero todos deseamos ser amados, hasta las personas más heridas, humilladas. Nadie quisiéramos un amor que nos diga que nos van a querer por un tiempo. Estamos hechos para un amor sin límites. La Buena Noticia es que ese amor existe; que ese amor está. Tenemos experiencia de él. Lo conocemos en Jesucristo. Es Jesucristo quien confirma. Él nos amó a todos en la cruz. Los brazos abiertos en la cruz significan justamente eso, que no excluía a nadie, ni siquiera a los que les estaban matando a él. En el tormento de la cruz, que es uno de los instrumentos de tortura más terribles que han existido, el Señor no se ha echado atrás. Y en ese tormento pide perdón para los que le estaban crucificando, para que no haya ningún hombre o ninguna mujer que pueda decir “es que Dios no comprende lo que estoy sufriendo. Dios no puede entender lo que estoy pasando”. Dios ha hecho una alianza, que dijo la víspera de su muerte: “Esta es la sangre de la Alianza nueva y eterna”, que Dios ha prometido por los profetas, mucho antes y muchas veces al Pueblo de Israel.

En ese amor estábamos todos y hemos empezado a participar de él cuando éramos chiquititos. Y ese amor es un amor nupcial, de modo que el amor entre un hombre y una mujer, entre los esposos, es un pálido reflejo. Probablemente, tres mil años antes de Cristo, había un poeta que decía que los temas del amor estaban agotados y que no había poesía buena por ello. Todos intuimos en el amor una promesa de felicidad y, al mismo tiempo, sabemos que no somos capaces de fabricar un amor así. Pues, un amor así es posible. No os creáis muchas canciones y películas de amor que terminan mal, porque suponen además esa idea de fondo de que no hay esperanza, de que no hay amor verdadero. Mentira. Hay mucho mal en el mundo. Mucho, pero el mal es también una mota de polvo en las manos del Señor, por muy grande que parezca. Todo el mal que hemos visto estos días en la guerra, vergonzosa guerra. Es verdad que las guerras son muchísimo más crueles que cuando teníamos que pegarnos a espada, pero hay fabricantes de armas y es uno de los negocios más rentables del mundo. Estos fabricantes tienen que seguir fabricando, como los coches, si no se rompen, se estropean y se pasan. Por tanto, hay que hacer guerras y hay economistas que llegan a decir “a la economía nada le viene tan bien como una buena guerra”. Es una salvajada, pero ese es el mundo en el que estamos.

La Buena Noticia es que Dios nos quiere y se ha entregado hasta la muerte por cada uno de nosotros. Y diréis, “¿por mí, Señor?”. Por ti. Seas quien seas, eres un hijo de Dios y Dios te ama con un amor infinito. Os decía que la profesión que hacemos no es una profesión de las creencias cristianas, es un sí a una declaración de amor. ¿Qué le decís en la profesión de fe al Señor? Que le conocéis. ¿Y qué es lo que esperáis de él? El perdón de los pecados y la vida eterna. Esas dos cosas que dice ahí sólo se le puede decir a alguien que te ama con un amor infinito.

Yo un tiempo estuve haciendo colección de declaraciones de amor y una de las más verdaderas que he encontrado es “amar a alguien es decirle ‘no quiero que mueras nunca’”. Eso va unido al amor, pero nadie nos puede dar eso, ni nuestros padre, ni nuestros hijos, ni nuestros maridos o mujeres. Es verdad que decir “te quiero” es decir “no quiero que mueras nunca”. Eso es lo que el Señor nos dice. Por eso, ser cristiano no es hacer cosas por Dios, sino reconocer lo que Dios hace por nosotros. Dios es el que nos dice “no quiero que mueras nunca”. La muerte no es lo último para nosotros. Cuando uno conoce al Señor, no te pierdes en el miedo a la muerte, pues nos espera el Cielo. El cielo no es un sitio. El Cielo es Dios y es Dios quien nos aguarda en sus brazos, con el amor infinito de Cristo. Nos aguarda al final de nuestra vida y nos abraza ya en esta, para sostenernos.

¿Para qué recibís la Confirmación? Para que podáis vivir la vida con la fuerza de un amor que no se cansa de nosotros ni se cansa de sostenernos, y que nos permite vivir con esperanza y con alegría. Dos cosas que el mundo no sabe fabricar, ni puede. Se venden falsas esperanzas que nos den la felicidad, como la que dan los anuncios: “Si te compras esto, serás feliz”. Sólo quien puede ofrecernos la vida eterna nos quiere, verdaderamente, sin límites. Eso nos lo dio el Señor en la cruz, lo recibimos del Bautismo y lo confirma el Señor esta tarde.

La imposición de las manos significa una especie de abrazo de Dios. Era un gesto por el que los hijos de Abraham, en el Antiguo Testamento, lo hacían para señalar la parte que le tocaba del rebaño. Una tribu distribuía así la herencia. Entonces, vosotros sois la herencia del Señor, sois el lote preferido del Señor. Eso significa también la imposición de manos en los Sacramentos de la Iglesia. Sois el lote preferido del Señor. Es como un abrazo a Jesucristo que no retirará nunca, pase lo que pase en la vida (y la vida puede dar muchas vueltas y podemos rompernos las narices).

El Señor no se irá de nuestro lado. Por eso, la alegría de esta tarde es una alegría muy pura y verdadera, porque es la confirmación de que Jesús no os va a dejar nunca. Nunca os va a dejar Dios. Nunca os va a faltar Dios. Pase lo que pase en la vida.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

8 de abril de 2022
Campotéjar (Granada)