Fecha de publicación: 19 de mayo de 2022

¿Cómo recuerda la llamada del Señor para ser sacerdote?

Para mí todo empezó en mi casa, en el ejemplo cristiano de mi familia, mis padres siempre fueron muy católicos. También en la parroquia en la que fui creciendo y poco a poco sintiendo atracción por la vida sacerdotal hasta que decidí que ese era mi camino, que el Señor me llamaba. Me ordené un 8 de septiembre de 1972.

Después de estos 50 años de servicio como pastor, ¿cuál diría que es la mayor bendición de la vida sacerdotal?

El hecho de ser llamado por Cristo para compartir su vida, para ser como él. Cuando uno toma conciencia de eso es algo muy grande, eso es lo mejor que puede pasarte en la vida. De hecho, ahora, a mis 82 años creo que estoy en una etapa muy bonita en la que aún veo que Dios tiene mucho por hacer dentro de mi, y en la que espero que la Obra de Dios se cumpla en mi vida a través de la cruz, de distintos tipos, de la enfermedad, de la pérdida de tus seres queridos, vamos avanzando por la vida hasta darnos cuenta de que nos quedamos “solos” ante Dios que es “todo”.

He pasado la mayor parte de mi ministerio sirviendo en las Alpujarras, con mucho cariño en pueblos como Ugíjar, Picena, Larones, Pinos Puente o Murtas, entre muchos otros. Para mi la parroquia de Nuestra Señora del Martirio fue un lugar muy especial.

¿Y el mayor desafío?

Recibir ofensas de quienes menos lo esperaba, el mal ejemplo dentro de la Iglesia. Permanecer a pesar de todo.

Alguna anécdota que nunca olvidará…

50 años dan para mucho pero recuerdo con cariño cuando me enviaron, lógicamente por error, a la parroquia, un sobre de la Santa Sede. Era el nombramiento pontificio de Mons. Javier Martínez como Arzobispo de Granada. Al tener nombres tan parecidos me lo enviaron a mí de parte del Nuncio, a las Alpujarras. Cuando lo vi, primero tuve miedo pensando que cómo podía saber el Nuncio que yo estaba en aquel pueblo alpujarreño, luego me di cuenta del error y llevé el nombramiento a la Curia (risas).

También en la vida sacramental pasan cosas curiosas, como una vez que fui a una casa a dar la extremaunción a una señora que cuando salí de la habitación ya había fallecido, su yerno estaba fuera y cuando me vio me dijo admirado y contento: “Padre, qué mano tiene usted”. ¡No me lo podía creer! (risas).

Desde la experiencia, ¿qué le diría a los jóvenes hoy que sienten la llamada del Señor a la vida sacerdotal?

Les diría que no tenga miedo. Que la llamada del Señor es lo mejor que puede pasarle hoy en día a un joven, es el mayor tesoro que uno puede encontrar.

María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social