Zenon Kovalyk nace el 18 de agosto de 1903 en la aldea de Ivachiv Horishniy cerca de Ternopil, en el seno de una familia campesina y pobre. Se le conoce por su carácter fuerte y su testaruda defensa de su fe. Responde a su vocación a la vida consagrada entrando en los Redentoristas.

Kovalyk es ordenado sacerdote el 9 de agosto de 1932. En su testamento dice: “Oh Jesús, acéptame como sacrificio juntamente al Santo Sacrificio de tu Cuerpo y de tu Sangre: recíbelo por la Santa Iglesia, por mi Congregación y por mi madre patria”. Cristo aceptó estas palabras que fueron una auténtica ofrenda.

Zenon parte juntamente con el obispo Mykolay Charnetskyi hacia la región de Volhyn a fin de trabajar en la obra de reconciliación con los ortodoxos ucranianos. Kovalyk tiene espíritu, tiene una bonita voz y posee una dicción muy cuidada. Es buen cantor y un auténtico predicador que encandila a todos. Su devoción y labor apostólica atrae a millares de personas. En 1939, poco antes de la invasión soviética, se traslada a Lviv, al monasterio redentorista de calle Wyblykevycha (ahora Ivana Franka) y se encarga de la economía del monasterio.
El celoso sacerdote continúa también predicando la Palabra de Dios cuando da comienzo la invasión soviética. Mientras la mayor parte de los ucranianos de Galizia se encuentran acobardados por el terror, el padre Wynoviy da muestras de un ánimo admirable. Muchos predicadores se han vuelto ya extremadamente cautos en sus sermones. Tratan de eludir los temas espinosos de la actualidad y se centran en exhortar al pueblo a ser fiel a Dios. Kovalyk, por el contrario, no tiene nunca miedo a condenar abiertamente las costumbres ateas introducidas por el régimen soviético. Sus sermones causan un fuerte impacto en los oyentes pero, al mismo tiempo, son un peligro no pequeño para el predicador. Avisado por los amigos del posible peligro que corre a causa de su modo de predicar, responde: “Acogeré con alegría la muerte, si ésta fuera la voluntad de Dios, pero no abandonaré nunca mis compromisos con mi conciencia de predicador”.

Su último gran sermón tuvo lugar en Ternopil el 28 de agosto de 1940 con ocasión de la fiesta de la Dormición de la Madre de Dios. Aquel día los fieles que escuchaban a Kovalyk eran alrededor de diez mil. La noche del 20-21 de diciembre de 1940, los agentes de la policía secreta soviética penetraron en el monasterio de los Redentoristas para detenerle por sus sermones con ocasión de la Novena de la Inmaculada que tuvieron lugar en la iglesia del monasterio. Antes de dejar a sus cohermanos, Kovalyk pidió a su superior su última bendición y absolución.

Durante mucho tiempo los Redentoristas trataron de saber el paradero de su cohermano detenido, pero solo hasta abril de 1941 no llegaron a saber que Kovalyk había sido confinado como preso en la calle Zamarstynivska (la famosa prisión “Brygidky”). Durante su reclusión, que duraría seis meses, el Padre Kovalyk padece 28 penosos interrogatorios. Tres veces es conducido a otras tantas cárceles para ser interrogado en ellas. Después de uno de estos interrogatorios, especialmente acompañado de torturas, el Padre Kovalyk enferma a causa de una hemorragia masiva.

En la prisión comparte una mísera celda con otros 32 compañeros. Reza el rosario todos los días juntamente con los prisioneros y un rosario entero el domingo. Además, dirige la oración litúrgica, administra el sacramento de la reconciliación, dirige ejercicios espirituales, enseña el catecismo y consuela a sus compañeros narrando diversas historias religiosas.

En 1941, cuando las tropas alemanas comienzan su ofensiva, los guardianes de la prisión, ansiosos por huir, y al ver que no pueden llevar consigo a los prisioneros, disparan sobre ellos. Recordando sus sermones sobre Cristo crucificado, clavan al presbítero en el muro de la prisión a la vista de sus compañeros prisioneros. Todos testimoniarán la horrible visión de aquel sacerdote crucificado en la pared de la prisión, su abdomen abierto en canal y en su interior un feto humano. El 24 de abril de 2001, Juan Pablo II firmó el decreto de su beatificación.