Primer mártir mexicano
Beato José Ramón
Se celebra su fiesta litúrgica el 23 de noviembre.
José Ramón Miguel Agustín Pro Juárez nació en Zacatecas (México) en 1891. Su familia poseía unas minas, así que pasó su infancia recorriéndolas una tras otra al lado de su padre; eso le permitiría conocer de cerca la forma de vida de los mineros y sensibilizarse frente a la realidad de la clase trabajadora.
LLAMADO A SER OTRO CRISTO
Unos años más tarde, la vida de la familia Pro cambiaría notablemente. Las hermanas mayores de Miguel dejaron el seno del hogar y emprendieron el camino de la vida religiosa. La madre de Miguel, viendo que su hijo empezaba a sentirse un poco solo y triste, le propuso que fuera a un retiro, a ver si Dios lo llamaba a él también.
Así, el jovencito se matriculó para asistir a un retiro vocacional organizado por la Compañía de Jesús, del que salió decidido a hacerse sacerdote jesuita.
Con 20 años cumplidos, Miguel fue aceptado en el seminario. Lamentablemente, la situación social y política en México se tornó hostil con la Iglesia Católica, por lo que él y sus compañeros fueron enviados a estudiar a California. De ahí sería enviado a España, donde culminó su formación y fue ordenado sacerdote a los 34 años, en 1925.
QUE EL SEÑOR ESTÉ SIEMPRE CERCA DE SU PUEBLO
Cuando retornó a México, el beato encontró un país devastado por la violencia, en el que los cristianos eran perseguidos y tenían que resistir innumerables abusos del Gobierno. Entonces, al novel Padre Miguel Pro no le quedó otra salida que ejercer su ministerio pastoral en la clandestinidad.
Su mayor preocupación fue asegurar la asistencia espiritual a sus feligreses, por lo que se propuso firmemente facilitarles el acceso a la Eucaristía. Organizó una suerte de sistema de “estaciones” o “paradas” secretas en distintos puntos de la ciudad para distribuir la comunión. A estos puntos llegaron a asistir en total más de mil personas. Acompañado por otros valientes sacerdotes, el Padre Miguel se las arregló además para celebrar Misas y adoraciones eucarísticas en distintos establecimientos no convencionales, convocando a gente de toda edad y condición social.
El presidente Plutarco Elías Calles, habiendo tomado noticia de las actividades clandestinas que realizaban algunos sacerdotes como el Padre Pro y sus amigos, se propuso acabar con estas y organizó a la Policía para tal fin. Se arrestó primero a varios líderes católicos y luego a casi cualquiera que intentase practicar su fe.
El Padre Pro llegó a ser uno de los líderes principales de la resistencia católica, aglutinada bajo el lema “Viva Cristo Rey”. Se convirtió en un objetivo primordial del aparato represivo del Estado y parecía que su detención era solo cuestión de tiempo. Sin duda, una vez que fuera arrestado, el Gobierno no tendría escrúpulo alguno para deshacerse de él.
Así, poco tiempo después, caía en manos de la policía junto a su hermano Humberto y a un grupo de fervientes católicos, quienes fueron acusados de conspiradores. Sin mediar juicio alguno, al Beato Pro se le condenó a morir fusilado.
¡VIVA CRISTO REY!
El 23 de noviembre de 1927, el Padre Miguel Agustín Pro fue presentado ante el pelotón de fusilamiento, negó haber participado en conspiración alguna, pidió se le diese un momento para rezar, se arrodilló y dijo: “Señor, Tú sabes que soy inocente. Perdono de corazón a mis enemigos".
Antes de ser fusilado, se puso de pie y extendió los brazos en cruz, sosteniendo el Santo Rosario en una mano y el crucifijo en la otra. Luego gritó: “¡Viva Cristo Rey!”. Después de la descarga, su cuerpo cayó a tierra como una oblación puesta a los pies del Señor. El Padre Pro había ofrendado su vida por fidelidad al Evangelio, convirtiéndose en uno más de los valientes mártires de la Guerra Cristera.
El Beato José Ramón Miguel Agustín Pro Juárez fue beatificado por San Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988.