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Textos
19 de noviembre de 2023
Nº 1490 • AÑO XXXI

Conferencia Episcopal Española

Iglesia, servidora de los pobres

Puntos 4.1 y 4.2 del Documento de la CEE “Iglesia, servidora de los pobres”.

4.1.- PROMOVER UNA ACTITUD DE CONTINUA RENOVACIÓN Y CONVERSIÓN
34. La solidaridad de Jesús con los hombres y, sobre todo, con los pobres de su tiempo, le llevó a comenzar su misión invitando a la conversión: "Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15). También nosotros, si queremos ser hoy buena noticia para los pobres y hacerles presente el Evangelio del amor compasivo y misericordioso de Dios, tenemos que ponernos en actitud de conversión, tal como nos lo propone el papa Francisco: "Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una pastoral de conversión y misionera que no puede dejar las cosas como están". Esta llamada a cambiar nos afecta a todos, personas e instituciones, y en todos los niveles de la existencia: personales, sociales e institucionales.

La conversión, si es auténtica, trae consigo una esmerada solicitud por los pobres desde el encuentro con Cristo. En la medida en que nos adhiramos más a Cristo, en la medida en que nos conformemos más a Él, de manera que veamos con sus ojos, escuchemos con sus oídos y sintamos con su corazón, nuestra caridad será más activa y más eficaz. Cuanto más identificados estemos con los sentimientos de Cristo Jesús, más encendido será nuestro amor a los hermanos. La conversión a Cristo ha de ir de la mano de un retorno solícito a los que necesitan nuestro auxilio. Por otro lado, al contemplar las penurias y estrecheces de los desfavorecidos con los ojos de Cristo, se reaviva nuestra caridad y crece nuestra identificación con Él .

35. Cada cristiano y cada comunidad estamos llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad. Esto nos obliga a cambiar, a salir a las periferias para acompañar a los excluidos, y a desarrollar iniciativas innovadoras que pongan de manifiesto que es posible organizar la actividad económica de acuerdo con modelos alternativos a los egoístas e individualistas.

“Sin la opción preferencial por los más pobres, "el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día". Si el Evangelio que anunciamos no se traduce en buena noticia para los pobres, pierde autenticidad y credibilidad. El servicio privilegiado a los pobres está en el corazón del Evangelio.

Pero, si realmente los pobres ocupan ese lugar privilegiado en la misión de la Iglesia, nuestra programación pastoral no podrá hacerse nunca al margen de ellos; han de ser, no sólo destinatarios de nuestro servicio, sino motivo de nuestro compromiso, configuradores de nuestro ser y nuestro hacer. Deseamos una sociedad que se preocupe de todas las personas, y que muestre especial interés por los más débiles. Una sociedad que se esfuerce por acabar con las pobrezas, antiguas y nuevas. “El Hijo 

de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” nos dice el papa Francisco.

4.2 CULTIVAR UNA SÓLIDA ESPIRITUALIDAD QUE DÉ CONSISTENCIA Y SENTIDO A NUESTRO COMPROMISO SOCIAL
36. La caridad "es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta", "de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección". Como dice san Juan, es la experiencia de ser amados por Dios la que nos posibilita amar a los hermanos. Por eso, la caridad hunde sus raíces en la fe en Dios: "La experiencia de un Dios uno y trino, que es unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio al otro".

37. Nuestras instituciones de caridad y de compromiso social, como Cáritas y Manos Unidas y otras asociaciones eclesiales están llamadas a vivir una profunda espiritualidad. Por eso, en el documento “La Iglesia y los pobres” se advirtió ya que "más de una vez, dentro de la Iglesia, hemos caído en la tentación de contraponer la vida activa y la contemplativa, el compromiso y la oración y, más concretamente, hemos considerado la lucha por la justicia social y la vida espiritual como dos realidades no sólo diferentes —que sí lo son en cuanto a su objeto inmediato—, sino independientes y hasta contrarias, cuando no lo son en modo alguno, sino más bien complementarias y vinculadas entre sí". Es el Amor personificado de Dios, -el Espíritu Santo- "el que transforma y purifica los corazones de los discípulos, cambiándolos de egoístas y cobardes en generosos y valientes; de estrechos y calculadores, en abiertos y desprendidos; el que con su fuego encendió en el hogar de la Iglesia la llama del amor a los necesitados hasta darles la vida". Es muy importante no disociar acción y contemplación, lucha por la justicia y vida espiritual. Estamos llamados a ser evangelizadores con Espíritu, evangelizadores que oran y trabajan. "Siempre hace falta cultivar un espacio interior que dé sentido al compromiso".

En el compromiso caritativo y social hemos de estar muy atentos al Espíritu que lo anima y alienta: "El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia". Y es este mismo Espíritu, el que obró la encarnación del Verbo en las entrañas de María, el artífice de la encarnación del amor de Dios en la Iglesia.

La Iglesia puede y debe hacer suya la proclamación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, al comienzo de su vida pública. Comentando el texto de Isaías dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque me ha ungido / para anunciar a los pobres la 

Buena Nueva, / me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos / y la vista a los ciegos, / para dar la libertad a los oprimidos / y proclamar un año de gracia del Señor”. Y añadió después, al comenzar su comentario: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”.

38. La espiritualidad que anima a los que trabajan en el campo caritativo y social no es una espiritualidad más. Posee unas características particulares que nacen del Evangelio y de la realidad en que se vive y actúa, y que hemos de cultivar: una espiritualidad trinitaria que hunde sus raíces en la entraña de nuestro Dios, una espiritualidad encarnada y de ojos y oídos abiertos a los pobres, una espiritualidad de la ternura y de la gracia, una espiritualidad transformadora, pascual y eucarística.

La unión con Cristo que se realiza en el sacramento de la Eucaristía es al mismo tiempo unión con todos los hermanos. Cristo refuerza la comunión y apremia a la reconciliación y al compromiso por la justicia. La vivencia del misterio de la Eucaristía, alimento de la verdad, nos capacita e impulsa a realizar un trabajo audaz y comprometido para la trasformación de las estructuras de este mundo.