Artículo del Delegado episcopal de Liturgia de la Archidiócesis de Granada, tras participar en las Jornadas Nacionales de Liturgia convocadas por esta Comisión de la Conferencia Episcopal Española.
Entre los días 24 y 27 de octubre tuvieron lugar las Jornadas Nacionales de Liturgia organizadas por la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal Española. Para este encuentro –el número 51–nos congregamos en Madrid más de cien personas procedentes de cuarenta y una diócesis con la propuesta de trabajar sobre "el simbolismo litúrgico".
No resulta difícil ver detrás de este tema la carta apostólica "Desiderio desideravi" sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios, documento litúrgico fundamental que el papa Francisco ofreció a toda la Iglesia el pasado 29 de junio de 2022: "La liturgia no nos deja solos en la búsqueda de un presunto conocimiento individual del misterio de Dios, sino que nos lleva de la mano, juntos, como asamblea, para conducirnos al misterio que la Palabra y los signos sacramentales nos revelan. Y lo hace, en coherencia con la acción de Dios, siguiendo el camino de la encarnación, a través del lenguaje simbólico del cuerpo, que se extiende a las cosas, al espacio y al tiempo"(n. 19).
Esta relación quedó remarcada desde el comienzo de las Jornadas, cuando tras las palabras de bienvenida de Mons. José Leonardo Lemos, obispo de Orense y presidente de la Comisión Episcopal para la Liturgia, el profesor Sierra López nos ofreció su conferencia inaugural: "La importancia del simbolismo litúrgico en Desiderio desideravi". A partir de ahí los diversos ponentes fueron desgranándola presencia del simbolismo litúrgico en diversas áreas: la sacramentalidad de la liturgia a través del simbolismo y de los gestos y ritos; los principales signos y gestos litúrgicos en los sacramentos y sacramentales; los objetos, ornamentos, vestiduras y otros elementos litúrgicos; el edificio y los espacios litúrgicos; el año litúrgico; el fundamento bíblico del simbolismo litúrgico y, finalmente, la pastoral del simbolismo litúrgico.
Muchos de los ponentes coincidieron en la siguiente cita del documento del papa: "El hombre moderno –no en todas las culturas del mismo modo–ha perdido la capacidad de confrontarse con la acción simbólica, que es una característica esencial del acto litúrgico"(n. 27). Pero, ala vez, coincidían en resaltar la condición de reto del fenómeno, pues el hombre no es que haya perdido su capacidad simbólica, innata a su ser y manifestada en muchos otros ámbitos, sino que se siente incapaz de trascender el del ámbito litúrgico para llegar a su auténtico cometido: "el sacerdocio de Cristo revelado y entregado a nosotros en su Pascua, presente y activo hoy a través de los signos sensibles (agua, aceite, pan, vino, gestos, palabras) para que el Espíritu, sumergiéndonos en el misterio pascual, transforme toda nuestra vida, conformándonos cada vez más con Cristo"(n. 21). El camino para conseguirlo no es otro que el de la formación litúrgica del pueblo de Dios –que precisamente es el subtítulo de la carta apostólica–, pues "no se trata de renunciar a ese lenguaje [simbólico]: no se puede renunciar a él porque es el que la Santísima Trinidad ha elegido para llegar a nosotros en la carne del Verbo. Se trata más bien de recuperar la capacidad de plantear y comprender los símbolos de la liturgia"(n. 44). Guardini, citado por el papa y por muchos de los conferenciantes, lo resumió así: "Con esto se delinea la primera tarea del trabajo de la formación litúrgica: el hombre ha de volver a ser capaz de símbolos" (n. 44).
Junto con este contenido más intelectual no faltó ni la convivencia entre los asistentes ni, por supuesto, las celebraciones litúrgicas, especialmente las de la Eucaristía en la Capilla de la Sucesión Apostólica de la Conferencia Episcopal –que, además, nos fue explicada por Ramón Navarro, director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia–y la visita a la Real Colegiata de San Isidro. Allí, tras la explicación de la vida del santo por parte de un miembro de su Congregación, pudimos subir al camarín para venerar tanto sus reliquias como las de su esposa, Santa María de la Cabeza, y celebrar a continuación la Santa Misa, que fue presidida por Mons. D. José Leonardo Lemos.
Pablo Castilla Domínguez
Delegado episcopal de Liturgia