Entrevista al sacerdote diocesano D. Manuel García Hernández, párroco en Cogollos Vega y Nívar, con motivo de la publicación este año de su libro sobre san Juan de la Cruz, editado por San Pablo, que quiere ser una ayuda para “iluminar las crisis espirituales del hombre de hoy”.
– Qué ha querido recoger en este libro.
He querido poner de manifiesto que en todos los seres humanos hay una inquietud profunda que nos lleva a vivir un proceso de autenticidad. Un proceso en el que tenemos que ir dejando atrás nuestro yo posesivo, autorreferencial y, por desgracia, a veces devorador, para ir transformándonos en un yo que está unido a Dios, al compromiso con los demás y a la naturaleza. Este es el mensaje que nos dan todos los místicos y, de una manera especial, san Juan de la Cruz.
– Por qué san Juan de la Cruz y no otro místico.
Porque siempre me atrajo de él algo que me emociona profundamente: cómo un hombre, que sufrió tanto desde que nació hasta que murió, pudo transformar todo eso –evidentemente, con la Gracia de Dios- en amor y en belleza. San Juan de la Cruz era un enamorado de la belleza de la vida que venía de Dios. De hecho, en sus obras, la palabra hermosura aparece 192 veces.
La dimensión espiritual, la apertura al Misterio es constitutiva de todo ser humano,no es un privilegio de unos pocos.
San Juan de la cruz y todos los místicos nos sirven de guías, de maestros,
para que cada uno en sus circunstancias vaya haciendo ese camino, ese proceso
– Para el hombre actual, saturado de información y alejado de todo el aspecto religioso, qué le ofrece san Juan de la Cruz y qué puede aprender de él.
Esta es la grandeza que tiene san Juan de la Cruz y todos los místicos. Es que el mensaje que ellos nos dejaron, evidentemente debe ser traducido a un lenguaje de hoy, porque cada uno somos hijos de nuestro tiempo –ellos fueron hijos de su época y hablan con el lenguaje de su época-; pero eso que hablan es permanente, lo que dicen -el lenguaje, el contenido- es permanente, y sirve totalmente para el hombre de hoy, siendo ellos guías que nos van despertando a esa dimensión que es constitutiva de todo ser humano. Esto es muy importante. La dimensión espiritual, la apertura al Misterio es constitutiva de todo ser humano, no es un privilegio de unos pocos. Hoy, existen destellos de esa sed que anida en el corazón humano. San Juan de la cruz y todos los místicos nos sirven de guías, de maestros, para que cada uno en sus circunstancias vaya haciendo ese camino, ese proceso. No nos dan recetas. Nos dan guías acertadas, porque son realidades las que ellos nos transmiten, que son permanentes, que no caducan con el tiempo para que nosotros hagamos un camino, que sería pasar de ese yo posesivo, autorreferencial, que, por desgracia, está tan presente en esta sociedad, a un yo mucho más transformado y evolucionado en Dios –porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos-, y eso se abre a la vez, inseparablemente, a la fraternidad y también al cuidado y al amor a la naturaleza.
La noche oscura podríamos traducirlo al lenguaje actual como crisis profunda, crisis existenciales, donde lo conocido, lo que nos ha servido hasta este momento empieza a derrumbarse
– Las crisis espirituales son las mismas, antes y ahora…
El corazón humano no ha cambiado. Habrá cambiado la forma y otras muchas realidades científicas y técnicas. Pero, el corazón humano tiene siempre las mismas características, el mismo anhelo. Este proceso, que, san Juan de la Cruz, en concreto, con su exquisita sensibilidad nos va marcando, es un proceso que no es fácil; es un proceso largo y lento que pasa por oscuridades. Y es de esta manera como él nos ayuda a pasar por la noche oscura, su símbolo más logrado y que tiene una actualidad muy grande. Hoy, la noche oscura podríamos traducirlo al lenguaje actual como crisis profunda, crisis existenciales, donde lo conocido, lo que nos ha servido hasta este momento empieza a derrumbarse y todavía no ha aparecido algo nuevo, algo más pleno, más definitivo y tenemos que pasar por esa oscuridad. Y esas oscuridades no son sólo referidas a realidades –podríamos llamar- materiales, de este mundo, de relaciones humanas; hay que pasar por esas crisis religiosas, porque, a menudo, tenemos imágenes de Dios que son un tanto infantiles, que algunas veces no se corresponde con el Evangelio y es necesario también purificar esas imágenes de Dios.
Paqui Pallarés