Lo Sagrado y el Hombre
El culto de la religiosidad natural
Esta manera de concebir el culto va a ser atacada en muchos frentes diversos, no sólo desde el ateísmo, sino también desde la religiosidad de Israel, del Nuevo Testamento y de la mentalidad moderna.
LA ACUSACIÓN DE MAGIA
Un primer ataque contra esta noción del culto surge de los que ven en él acciones manipulativas y mágicas, que tratarían de forzar a Dios a comportarse como nosotros queremos que se comporte. Los ritos obtienen su eficacia sólo por la realización mecánica y exacta de las rúbricas, sin tener en cuenta las disposiciones personales.
En esta visión mágica, el culto sería el modo de predisponer a Dios a favor del hombre, y el conseguir los objetivos que deseamos de Él. Se supone un Dios indispuesto, a quien hay que disponer bien. Los actos de culto alejan su ira y le predisponen a bendecirnos. Hay una noción mercantilista en todo este intercambio. El hombre se acerca a Dios para rendirle su adoración, pero en el fondo hay una motivación egoísta que intenta lograr la condescendencia divina y lograr así la salvación y el descenso de un torrente de bendiciones sobre el hombre.
La acción humana queda en primer lugar. Aunque se reconozca que el culto ha sido concedido por Dios en un primer momento, se pasa a considerarlo como realidad autónoma, que actúa automáticamente a partir de sí misma. El hombre puede forzar así la gracia de Dios, y conseguirla como respuesta mecánica a sus actos de culto. Éstos serían simplemente una forma original de comportamiento humano que mediante acciones simbólicas quiere asegurarse una bendición en un mundo de fuerzas imponentes e indisponibles. Esto nos acerca al pelagianismo y a la magia al mismo tiempo.
Pero en realidad, el culto no puede ser el modo de disponer bien la indisponibilidad de Dios con acciones eficaces, que actuarían por sí mismas al margen de la relación personal con Él. La crítica bíblica ataca a los que desdeñan la libertad personal del Dios de la alianza, tratando de manipularlo. Para la Biblia este tipo de culto está excesivamente configurado por el hombre y sus obligaciones y necesidades. Según los protestantes la crítica profética al culto del templo, alcanzaría también al culto católico del opus operatum sacramental.
Pero no necesariamente hay que considerar el culto como algo que procede del hombre. Schaeffler defiende la legitimidad del culto cuando se asigna a Dios la iniciativa. La presencia benedicente de Dios no es el hombre quien la produce. Es un Dios benevolente el que tiene la iniciativa de acercársele. La religiosidad natural ha captado esta benevolencia divina, aun sin una revelación sobrenatural. La liturgia quiere representar esta iniciativa divina que ya ha acontecido y que permanece incesantemente, mediante una acción representativa humana que la transparenta. El culto pertenece al alfabeto y la gramática de la religión natural, y también el cristianismo tiene que aceptar este común denominador con la religiosidad natural del hombre. No hay que exagerar la diferencia entre el culto cristiano y el culto de la religión natural, haciendo de ella una caricatura horrible.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano