Hambre en el mundo
"No puede haber lugar para el conflicto o la oposición"
Mensaje del Santo Padre Francisco a los participantes en la XLIII Conferencia de la FAO.
Señora Presidenta,
señor Director General de la FAO,
ilustres señoras y señores:
Deseo saludar cordialmente a todos los participantes en el cuadragésimo tercer período de sesiones de esta Conferencia, venidos a Roma de los cuatro puntos cardinales. Saludo a la Presidenta de esta Asamblea, señora Marie-Claude Bibeau, Ministra de Agricultura y Agroalimentación de Canadá, y al Director General de la FAO, señor Qu Dongyu, a quien felicito por haber sido elegido para un segundo mandato al frente de esta Organización, alentándole al mismo tiempo a continuar su labor, en un momento en el que es ineludible una acción decidida y competente para erradicar la plaga del hambre en el mundo, que avanza en lugar de retroceder.
Millones de personas siguen padeciendo la miseria y la malnutrición en el mundo, debido a conflictos armados, así como al cambio climático y los desastres naturales resultantes. Los desplazamientos en masa, sumados a los otros efectos de las tensiones políticas, económicas y militares a escala planetaria, debilitan los esfuerzos que se realizan para garantizar una mejora de las condiciones de vida de las personas en razón de su dignidad intrínseca. Vale la pena repetirlo una y otra vez: ¡la pobreza, las desigualdades, la falta de acceso a recursos básicos como el alimento, el agua potable, la sanidad, la educación, la vivienda, son una grave afrenta a la dignidad humana!
En nuestros días son muchos los expertos que afirman que el objetivo del Hambre Cero no se logrará en el plazo fijado por la comunidad internacional. Pero permítanme decir que la incapacidad para cumplir las responsabilidades comunes no debe llevarnos a convertir las intenciones iniciales en nuevos programas revisados que, en lugar de beneficiar a las personas respondiendo a sus necesidades reales, no las tienen en cuenta. Por el contrario, debemos ser muy cuidadosos y respetuosos con las comunidades locales, con la diversidad cultural y las especificidades tradicionales, que no pueden alterarse ni destruirse en nombre de una idea miope de progreso que, en realidad, corre el riesgo de convertirse en sinónimo de “colonización ideológica”. Por eso, y no me canso de subrayarlo, las intervenciones y los proyectos deben planificarse y ejecutarse saliendo al encuentro del clamor de las personas y sus comunidades; no pueden ser impuestos desde arriba o desde instancias que solamente buscan su propio interés o lucro.
El reto al que nos enfrentamos es la acción conjunta y colaborativa de la entera familia de las naciones. No puede haber lugar para el conflicto o la oposición, cuando los enormes desafíos vigentes requieren un enfoque holístico y multilateral. Por ello, la FAO y las demás organizaciones internacionales únicamente podrán cumplir su mandato y coordinar medidas preventivas e incisivas en beneficio de todos, especialmente de los más pobres, gracias a una sinergia leal y pensada de modo consensuado y con altura de miras por parte de todos los actores interesados. Los gobiernos, las empresas, el mundo académico, las instituciones internacionales, la sociedad civil y los individuos deben hacer un esfuerzo conjunto, dejando a un lado lógicas mezquinas y visiones sesgadas, para que todos salgan beneficiados y nadie quede postergado.
La Santa Sede, por su parte, continuará ofreciendo su contribución en favor del bien común, brindando la experiencia y el quehacer de las instituciones vinculadas a la Iglesia católica para que en nuestro mundo nadie carezca del pan de cada día y se otorgue a nuestro planeta la protección que requiere, de modo que vuelva a ser el hermoso jardín que salió de las manos del Creador para deleite del ser humano. Que Dios Todopoderoso bendiga copiosamente sus trabajos y esfuerzos, en aras del auténtico progreso de toda la familia humana.