INICIO
Signo y Gracia
18 de junio de 2023
Nº 1473 • AÑO XXXI

El Concepto de Celebración

 Interpretación cristiana de la fiesta

Los sacramentos suponen una gracia que se manifiesta y se expresa; al manifestarla la intensifican. La celebración supone una gracia ya recibida.  Si no se ha recibido la gracia no hay nada que celebrar.

En la liturgia hay celebración porque se expresa el acontecimiento de la acción de Dios en la vida de la comunidad o de uno de sus miembros. Sobre todo se celebran los momentos transicionales de la existencia (nacer, crecer, enfermar) como una gracia recibida, que se quiere reconocer y agradecer explicitando a la vez aquello que les da sentido: el misterio pascual de Cristo. De ahí la memoria-narración del acontecimiento de Cristo.

Los hechos que se valoran en las liturgias sacramentales son los kairoi o coyunturas existenciales-históricas. Siguiendo a Rahner, Taborda afirma que la necesidad salvífica de los sacramentos no viene de que sin ellos Dios no se pueda autocomunicar al ser humano. De hecho Dios puede comunicarse a los hombres mediante su gracia fuera de la celebración de los sacramentos.

Hay siempre una indudable gracia presacramental. Esta gracia se comunica ya en la fe explícita del catecúmeno y en la fe implícita de sus actos de caridad. Pero los sacramentos son necesarios como celebración explícita de la gratuidad del don de Dios en Cristo, que el Espíritu hace presente en toda obra buena realizada por cualquier persona. Sin sacramento no hay todavía justificación, pero antes del sacramento hay ya un inicio de justificación.

Los sacramentos suponen una gracia que se manifiesta y se expresa; al manifestarla la intensifican. La celebración supone una gracia ya recibida. Si no se ha recibido la gracia no hay nada que celebrar. La gracia se ha recibido de una forma no litúrgica, pero es sólo al celebrarla litúrgicamente cuando esa gracia alcanza plenitud.

El sacramento visibiliza la gracia recibida, y al hacerlo la intensifica y la confirma y le da una dimensión eclesial y social. Dos casados se quieren antes de la boda, pero sólo en el momento en que dicen sí, ese amor queda institucionalizado, confirmado, socializado. Un catecúmeno ya está en gracia de Dios, pero esa vida de gracia sólo se hace visible y se socializa en el momento del sacramento.

Además, en la vida de la gracia, cabe hablar de un proceso, de un más y de un menos. Hay casos en que la gracia recibida es sólo incipiente. En el momento del sacramento y gracias a él, esa gracia adquiere una nueva intensidad. Un ejemplo sería el de la fe imperfecta de muchos de los cristianos que vienen a la Iglesia a celebrar los sacramentos. Si no hay fe, si no hay gracia, no habría nada que celebrar. Pero por otra parte la celebración y su preparación pueden ser el medio por el cual esa gracia, a veces todavía muy rudimentaria, alcanza una plenitud. Esa es precisamente la responsabilidad de que nuestras ceremonias sean verdaderamente significativas.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano