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Signo y Gracia
7 de mayo de 2023
Nº 1468 • AÑO XXXI

El Concepto de Celebración

La Teología de la Fiesta

 

La liturgia es la presencialización de la acción salvadora de Cristo en el memorial actualizador. El eje de lo que se celebra es un acontecimiento que tuvo lugar en el tiempo y en la historia, la muerte y la resurrección.

El liturgista Luís Maldonado hace tres apartados en la historia de la teología de la fiesta:

1) El primero es en 1918. Guardini en El espíritu de la liturgia, que reacciona contra la religiosidad de su época entendida como mezcla de moral y devoción subjetiva. Relaciona la liturgia con lo lúdico, cuya esencia es la inutilidad. No busca utilidad, pero sí tiene sentido. Es inútil, pero no es insensata ni insignificante. Se escapa de la razón instrumental. Esta intuición fue desarrollada por Hugo Rahner, que recoge también las aportaciones del Homo Ludens de Huizinga, pero haciendo ver que el culto incluye lo lúdico, pero lo sobrepasa.

2) El segundo es en 1945. Odo Casel publica un artículo, “La notion de jour de fête”, en el primer número de la revista La Maison Dieu. Casel subraya la categoría de epifanía y sentimiento de eternidad. La fiesta es un tiempo que se reserva el hombre para disfrutar el hecho de ser libre. Se lanza más libremente a lo que le produce placer. El ocio es una actividad festiva. Un tiempo para jugar. Un día dedicado a saborear las realidades y las metas más nobles, levantando la vista sobre lo que es transitorio y perecedero. Refulge en nosotros un reflejo de lo eterno que nos transfigura. En la fiesta hay una epifanía divina. Dios aparece en medio de quieres celebran su culto. Su presencia es activa, renovadora, comunicadora de gracia.

Se celebran los misterios, que hacen presente el acto de redención. “Lo que en el Señor era visible, ha pasado a los misterios”. Para Casel la liturgia es la presencialización de la acción salvadora de Cristo en el memorial actualizador.

Echa mano de la categoría de “misterio” de los Padres, con fuerte carga helenística, neoplatonizante, ahistórica y antihistórica. En la visión helenística prima la eternidad sobre la historia y sobre la encarnación o kénosis. El tiempo sagrado es el tiempo humano en cuanto referido a una realidad suprahistórica. La conciencia humana del tiempo se carga de una nueva significación, se transfigura. Esto produce una liberación de la estrechez del devenir caduco y fugaz. La eternidad irrumpe en el tiempo.

Pero Casel no es ahistórico. El eje de lo que se celebra es un acontecimiento que tuvo lugar en el tiempo y en la historia, la muerte y la resurrección. En el misterio pascual la muerte se transfiguró en natalicio y alumbramiento.

3) En una dirección diversa, en los años 60 pareció que empezaba a superarse una visión desencarnada y angelical de la liturgia, con sacristías e inciensos, para convertirse en una toma de conciencia y de compromiso. La liturgia dejaba de ser un oasis de paz, una evasión de la realidad. Era el cristianismo de militancia.

Pero han reverdecido nuevas teologías que intentan recuperar lo festivo y lo lúdico como dimensiones del culto y la vida cristiana.

Por otra parte las Iglesias de Occidente han dado prevalencia a lo instructivo y a lo moralizante sobre lo celebrativo; al hacer y el tener, sobre el ser; a lo ético sobre lo estético; a lo pragmático sobre lo festivo.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano